Entrevista con la psicoterapeuta Daniela Martínez.

De la misma manera en la que después de haber vivido un desastre se presentan síntomas derivados del estrés postraumático, el descubrimiento del nuevo coronavirus COVID-19, su rápida propagación inicial en la región de Wuhan y después a todo el territorio de la República Popular China, la terrible enfermedad respiratoria y las muertes provocadas por el mismo, la falta de medidas efectivas de contención, tratamiento, cura y prevención, el salto a otros países del orbe y su llegada a nuestro país, generan un fuerte impacto que erosiona nuestra estabilidad emocional y por ende también física.

Los efectos inmediatos por vernos obligados a guardar un encierro obligatorio, la pérdida sin fecha prevista para el retorno de nuestra vida cotidiana; la necesidad, oportunidad y en muchos casos el agobio por trabajar a distancia de manera forzada o no poder laborar; la casi segura falta de un espacio personal para trabajar y refugiarnos cuando necesitamos estar solos; el constante roce y excesiva convivencia con nuestra familia en un espacio limitado, incluida en esta compleja dinámica la difícilmente controlable energía de los niños, adolescentes y jóvenes que también perdieron sus actividades y su rutina cotidianas, o la dependencia de las personas mayores a las que hay que atender; aderezado todo ello por el constante bombardeo de malas noticias (las preferidas de los medios de comunicación) a través de la televisión, las redes sociales, otros medios electrónicos, los amigos y familiares fanáticos de las catástrofes además de las teorías conspirativas, generan un rico caldo de cultivo para el desarrollo de desequilibrios emocionales, el desarrollo de padecimientos, y el surgimiento de conflictos.

Con el fin de ayudar a nuestros lectores y sus familias a sobrellevar de la mejor manera posible esta inesperada emergencia sanitaria y transformar las dificultades en oportunidades para el aprendizaje, el crecimiento personal y grupal, entrevistamos a la psicoterapeuta Daniela Martínez, especializada en el tratamiento de niños y adolescentes, la que nos ofrece una serie de consejos útiles para lidiar con esta inédita situación.

¿Qué primer consejo nos daría para disminuir la ansiedad en niños y adolescentes bajo estas circunstancias?

Lo primero, es evitar que los menores se vean expuestos a la avalancha de malas noticias relacionadas con la pandemia del COVID-19 y los efectos negativos que provocará a nivel mundial.

Es un consejo que por supuesto aplica también para los adultos, aunque en términos generales, no absolutos, se supone que tenemos mejores recursos para filtrar el contenido de las noticias y canalizar la ansiedad que éstas nos provocan.

Por otra parte, y en muchas ocasiones de manera inadvertida e irreflexiva, los adultos compartimos entre nosotros una gran cantidad de información alarmante frente a los menores, mostrándoles un panorama de enorme peligrosidad y un futuro totalmente incierto.

No hay que olvidar que la comunicación no verbal genera un impacto mucho más profundo y duradero en la psique que las palabras.

Cuando los niños y los adolescentes observan y palpan a nivel sensorial nuestra preocupación, miedo y desasosiego, no hay manera de convencerlos con palabras, que no deben preocuparse.

Hay que tener presente que saben que su seguridad física, emocional y económica dependen por completo de nosotros, lo que los coloca en una situación de extrema dependencia y fragilidad, sentimientos que no pueden asumir ni gestionar.

¿Cómo podría definir la situación que estamos viviendo?

Sin lugar a dudas, puedo asegurarles que estamos viviendo un duelo. Un duelo por todas las cosas que le daban certeza a nuestra vida, y que hoy por hoy no sabemos si regresarán, de qué manera o cuándo.

Estas son las cinco fases por las que transcurre un proceso de duelo, antes de que la situación se normalice. Hay que acotar, sin embargo, que el orden de las fases no es necesariamente lineal, y su duración e intensidad varían de persona a persona.

  1. Negación.- No podemos creer lo que está sucediendo, y no aceptamos la pérdida.
  2. Negociación con la realidad.- Intentamos buscar soluciones a la pérdida, muchas veces de manera irreal, buscando adaptarnos a la nueva situación.
  3. Depresión/Tristeza.- En esta fase nos sentimos tristes, abatidos y desanimados. Generalmente quienes estamos transitando por un proceso de duelo, consideramos que nuestro estado de ánimo depresivo es normal, y en términos generales lo es, siempre y cuando esa lógica tristeza no se establezca como depresión clínica.
  4. Ira.- Después de la tristeza y en ocasiones paralelamente a ella, desarrollamos un profundo estado de enojo con el mundo, nos ponemos irritables, tenemos sentimientos de injusticia, desamparo y rebeldía, los que se manifiestan a través de comportamientos agresivos y hostiles.
  5. Aceptación.- En esta fase final, nuestras emociones vuelven a su cauce normal, los pensamientos se adaptan a nuestra nueva realidad y volvemos a ser funcionales.

 ¿Cuáles serán los primeros síntomas que en su experiencia se manifestarán durante esta crisis?

Es muy probable que las personas, particularmente niños y adolescentes desarrollen afecciones gastrointestinales aparentemente inespecíficas.

Si asumimos que el sistema digestivo no solamente nos ayuda a procesar los alimentos que consumimos, sino también lo que ocurre a nuestro alrededor, entenderemos el impacto al que se encuentra sometido. Es muy probable que empecemos a ver la  manifestación de padecimientos como colitis, gastritis, úlceras y otros más de este tipo.

Es importante anotar que los efectos de esta crisis sanitaria, social, política y económica que vivimos a nivel mundial, impulsarán cambios en la personalidad de los niños y los jóvenes que la sufren, produciendo una generación de adultos “alterados” por las circunstancias estresantes vividas en su niñez, lo que hace esencial nuestro apoyo para ayudarles a transitar por esta dura experiencia con la menor afectación emocional posible.

Tengo pacientes de muy corta edad que han desarrollado diferentes afecciones o alteraciones, derivadas del estrés que están viviendo. Insomnio, dolores inespecíficos, disfunciones gástricas, alteraciones en los hábitos alimenticios y del sueño, dificultades para concentrarse e irritabilidad, por mencionar solamente algunos.

“Sentimos que el mundo ha cambiado, y es cierto. Sabemos que esto es temporal, pero no lo percibimos de esa manera, y nos damos cuenta que las cosas serán a futuro diferentes. De la misma manera en la que ir al aeropuerto y viajar por avión cambió desde el 11 de septiembre, las cosas mutarán y éste es el punto de inflexión del cambio. La pérdida de la normalidad; el miedo al costo económico; la pérdida de las conexiones. Esto nos está afectando y nos encontramos afligidos colectivamente. No estamos acostumbrados a este tipo de pena colectiva en el aire”. Scott Berinato. That Discomfort You´re Feelling Is Grief. Harvard Business Review.

¿Qué recomendaciones les daría a nuestros lectores para manejar de mejor manera la situación que estamos viviendo?

Varias, aclarando que su implementación dependerá del estilo de vida y dinámica relacional de cada familia, y la edad de los menores.

  • La primera, y básica, es la de aceptar que hay que estar en casa, y que esta situación no tiene fecha de resolución.
  • Reflexionar y ayudar a reflexionar a otros miembros de la familia la manera o maneras de transformar esta vivencia negativa en experiencias positivas y aprendizaje.
  • Diseñar, implementar y cumplir con la mayor precisión posible un programa de actividades semanales, poniendo horarios y responsables para cada una de ellas, lo que aportará certeza en medio de lo desconocido, entendiendo que somos seres de hábitos y costumbres.

“Reconocer, aceptar y decir que la situación nos está superando, aceptar que podemos llorar con facilidad, o que perdemos rápidamente la paciencia, es muy importante, porque cuando nombramos nuestros sentimientos, se mueven a través nuestro. Las emociones requieren movimiento para sanar”.

  • Una más, y es aplicable tanto para adolescentes y adultos, implementar un diario y escribir cotidianamente en él, ya que cuando las emociones se ponen en palabras, y se las nombra, es mucho más fácil manejarlas.

“Hablar es una descarga motora que ayuda a liberar tensión”.

  • En este mismo orden de ideas, y entendiendo la importancia que tiene ponerle nombre a los sentimientos y las emociones, es necesario trabajar cercana y pacientemente con los niños pequeños para ayudarles a “entender” lo que sienten. Los niños pequeños son muy concretos y necesitan aterrizar sus miedos para poder enfrentarlos. Para ayudarles a materializar y superar sus temores por el coronavirus, podemos pedirles que hagan un muñeco de plastilina o un dibujo del patógeno y luego destruirlo, ya sea quemándolo o aplastandolo, lo que simbólicamente representará su aniquilación.
  • Otro punto importante es el de no minimizar ni descalificar los miedos de niños y adolescentes. Los adultos tendemos a considerar que los miedos, preocupaciones y angustias de los menores no son, desde la altura incuestionable de nuestra adultez, realmente importantes, lo que es un error. Es necesario entender que cada uno de nosotros ve la existencia y sus obstáculos desde la perspectiva de nuestra edad, madurez, conocimientos, experiencia, personalidad y expectativas. Lo que para un adulto puede parecer, y ser insignificante, para un niño o un adolescente lo es todo.

“Los niños que en la infancia aprenden a reconocer sus emociones, nombrarlas y ponerlas en su lugar, serán adultos que no necesitarán ir a terapia, o lo harán menos que otros que no desarrollaron esta habilidad en su niñez”.

  • Es necesario que todos los miembros de la familia tengan un lugar “seguro” íntimo para resguardarse. Me queda claro que no todos los hogares tienen espacios privados, pero hay que buscar la manera de encontrarlos, crearlos y designarlos como tales, respetando el deseo de cada miembro para estar en soledad, facilitando la introspección y el análisis.
  • Es indispensable escuchar y hablar con franqueza, empatía y sensibilidad, prestando verdadero interés y atención por lo que la otra persona necesita compartir, regalando literalmente, el tiempo necesario para hacerlo. Freud, llamaba a esto “la cura por medio del habla”.

Dra. Daniela Martínez tiene una trayectoria que cubre casi tres décadas de práctica profesional, aunque asevera que, desde hace poco más de 12 años, alcanzó plena madurez en su actividad.

Por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF.

Dra. Daniela Martínez.

Dra. Daniela Martínez.

Socia fundadora y miembro (2007-2015) de Arké Grupo Psicológico, A.C.

Psicoterapeuta por la Universidad Intercontinental de la Ciudad de México (UIC), especializada en niños con problemas de aprendizaje por la Universidad de Harvard, EE. UU.

Actualmente mantiene una intensa práctica privada.

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