Todos sabemos que las sensaciones dolorosas cumplen con la función primaria de alertarnos cuando algo nos es potencialmente dañino, o en nuestro organismo ocurre algún desorden o afección que debemos atender inmediatamente, lo que hace de esta desagradable sensación una extraordinaria herramienta preventiva.
Sin embargo, para muchas personas que padecen dolor crónico todos los días de su vida, sin importar si se originó como resultado de un proceso quirúrgico, un accidente o un padecimiento como la diabetes o el herpes, esta señal de alerta pierde su significado, transformándose más bien en un elemento de tortura que les impide disfrutar de la vida, conduciendolos al uso de analgésicos cada vez más potentes y con mayores efectos secundarios indeseados.
Es por ello que adquiere enorme relevancia el descubrimiento realizado por un equipo de científicos de la Universidad de Stanford, liderados por el neurocientífico Grégory Scherrer, los que identificaron en ratones de laboratorio, las células cerebrales que provocan la sensación desagradable del dolor, logrando manipularlas para reducir lo incómodo de esa sensación, pero sin eliminarla por completo, hallazgo que establece los cimientos para futuras investigaciones sobre tratamientos analgésicos más específicos.
Los resultados del estudio han sido publicado el pasado 18 de enero en la prestigiosa revista Science, con el título “An amygdalar neural ensemble that encodes the unpleasantness of pain”.
Es importante anotar que aunque son ampliamente conocidos los mecanismos para la transmisión del dolor, los científicos desconocían la ubicación exacta de las neuronas responsables de ello. Los investigadores iniciaron la búsqueda de las neuronas del dolor en la amígdala, la región delgada y almendrada, responsable de regular diversas emociones, con el objetivo de identificar claramente las asociadas con el dolor.
Para realizarlo, Scherrer incorporó a su equipo de trabajo a Mark Schnitzer, un neurocientífico que diseñó un microscopio en miniatura (miniscopio) para conectarlo a las cabezas de los ratones, sin que perdieran libertad de movimientos.
“El miniscopio te permite rastrear neuronas a lo largo del tiempo mientras el ratón se comporta normalmente”. Mark Schnitzer.
Para que el miniscopio pudiera observar las reacciones del cerebro de los ratones ante el dolor, los investigadores inocularon una proteína fluorescente en la amígdala que libera una pequeña ráfaga de luz cuando las neuronas se activan ante los estímulos dolorosos, lo que les permitió ubicarlas.
Los investigadores expusieron a los ratones a una variedad de estímulos dolorosos y benignos, e identificaron una constelación de aproximadamente 150 neuronas en una región llamada amígdala basolateral (BLA), las que se activaron únicamente cuando los ratones parecían sentir dolor, aunque Scherrer aclara: “En este punto, solo pudimos ver que estas neuronas BLA se correlacionan con el dolor, pero no si codificaban lo desagradable del dolor”.
Buscando responder a esta pregunta, los científicos “apagaron” las neuronas del dolor utilizando “interruptores químicos” mientras el animal tenía dolor, para observar si el roedor se comportaba de manera diferente. Los investigadores encontraron que con los interruptores activados los sujetos de estudio percibían el dolor, pero no se comportaron como si éste les resultara desagradable, lo que en palabras de Scherrer significa que “Esencialmente ya no les importaba el dolor”.
El hallazgo adquirió mayor importancia cuando los investigadores observaron que en ratones con dolor crónico, cuyas neuronas de dolor eran ultra sensibles, los “interruptores químicos” permitían que siguieran percibiendo el dolor, pero sin sentirlo como algo desagradable, lo que sugiere que lo irritante del dolor agudo y crónico proviene de estas neuronas de dolor, posicionándolas como objetivos específicos para el tratamiento del dolor.
Vale la pena aclarar que aunque los analgésicos opioides son altamente eficaces para el alivio del dolor, afectan áreas del cerebro asociadas con diversos comportamientos, entre los que destacan las adicciones y la respiración, por lo que Scherrer comentó: “Ahora que conocemos las neuronas que le dan al dolor su cualidad desagradable, podemos buscar receptores presentes solo en esas neuronas, y no en otras áreas del cerebro”, lo que a futuro permitiría diseñar medicamentos que hagan el dolor más soportable, sin eliminar la sensación, y sin efectos secundarios indeseados.
El líder del proyecto aclara que aún queda mucho camino por recorrer para entender con mayor claridad la acción de las neuronas del dolor y su interacción con otras áreas del cerebro, antes de pasar a la experimentación con humanos, pero la puerta hacia una mayor comprensión del dolor está abierta.