El pasado 30 mayo se celebró el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple (EM), padecimiento que según cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) afecta entre 15 y 20 mil personas en México y a nivel global entre 2.3 y 2.5 millones.
La EM, o mielopatía desmielinizante, es una enfermedad neurológica crónica de naturaleza inflamatoria y autoinmune que afecta irreversiblemente al sistema nervioso, lo que la posiciona como una de las principales causas de discapacidad neurológica no traumática en adultos jóvenes.
Existen 2.3 millones de personas con EM en todo el mundo, pero es probable que cientos de miles más permanezcan sin diagnosticar y muchas vidas se vean afectadas indirectamente por ella.
La mayoría de los afectados por la EM son diagnosticados entre los 25 y los 31 años de edad, padecimiento cuya prevalencia en el género femenino es del doble en comparación con el género masculino.
Antes de continuar con esta nota, nos parece importante aclarar que es la mielina, ya que esta sustancia es la que se ve afectada por la EM, conduciendo progresivamente a la discapacidad de las personas que la padecen.
La mielina es una capa aislante de color blanco producida por los Oligodendrocitos (productores de la mielina del Sistema Nervioso Central -SNC) y las células de Schwamn (productoras de la mielina del Sistema nervioso periférico), que recubre todos los nervios y está compuesta por proteínas y sustancias grasas. Su función es facilitar la transmisión rápida y eficiente de impulsos a lo largo de las neuronas. Si la mielina se daña, los impulsos se interrumpen, lo que causa diversas enfermedades, entre las que destaca la esclerosis múltiple.
La esclerosis múltiple es causada por la destrucción de la capa aislante de mielina, lo que ocasiona el enlentecimiento de la conducción nerviosa entre el cerebro y las otras partes del cuerpo, provocando en los pacientes debilidad muscular y falta de coordinación progresiva e irreversible.
Aunque el origen preciso de la EM aún es desconocido, está asociada con una serie de factores como: infecciones virales, parasitosis, tabaquismo, deficiencia de vitamina D , toxinas ambientales o dietéticas y gota.
El proceso de desmielinización se inicia con la activación de los linfocitos T en contra de las proteínas de mielina, tanto a nivel del sistema nervioso central como periférico.
Desgraciadamente no existe cura ni tratamiento completamente efectivo contra la EM, aunque el uso de antiinflamatorios y otros fármacos pueden ayudar a retrasar el avance y las secuelas de la enfermedad.
Entre otros, algunos de los síntomas que se presentan con la EM son: visión borrosa, debilidad en las extremidades, sensación de hormigueo, inestabilidad espacial, problemas de memoria y fatiga.
Lo cierto es que resulta imposible predecir el avance, comportamiento y afectación de la EM, ya que su desarrollo varía de individuo a individuo. Para efectos prácticos, los especialistas la clasifican en los siguientes cuatro grupos, atendiendo a sus características particulares:
EM recidivante remitente
En esta manifestación de la EM hay exacerbaciones, ataques impredecibles o recaídas, durante las que aparecen nuevos síntomas o los síntomas preexistentes se agudizan. Estas recaídas tienen una duración variable (días o meses), presentándose una recuperación parcial o total (remisión). En este grupo, el padecimiento puede estar inactivo durante meses o años. Alrededor del 85 por ciento de las personas con EM, se diagnostican inicialmente con EM remitente recidivante.
EM primaro progresivo
Alrededor del 10 por ciento de las personas con EM son diagnosticadas con esta forma de EM, la que se caracteriza por la ausencia de ataques distintivos, un inicio lento y un empeoramiento constante de los síntomas. En ella se desarrolla una acumulación de discapacidades que puede estabilizarse o avanzar durante meses y años.
EM secundario progresivo
La mayoría de los pacientes diagnosticados inicialmente con EM recurrente-remitente, desarrollarán discapacidad progresiva durante el curso de la enfermedad, lo que frecuentemente ocurre con recaídas superpuestas y sin períodos definidos de remisión.
EM recidivante progresiva
Este es el subtipo menos común (alrededor del 5 por ciento). En él, los pacientes muestran un declive neurológico constante con una clara superposición de ataques. Puede haber o no alguna forma de recuperación después de estas recaídas, pero la enfermedad continúa progresando sin remisiones.