A finales de mayo del 2017, Beatrice Lorenzin, Ministro de Salud de la República Italiana, reportó que del 1 de enero al 28 de mayo del mismo año, en un total de 2719 casos de sarampión, 89% correspondían a niños no vacunados y el 6% a infantes con el esquema de vacunación incompleta.
El resurgimiento de epidemias ocasionadas por la falta total o parcial de vacunación, se inició en los hijos de los padres que habían sido convencidos del peligro de las vacunas y posteriormente en otros niños y adultos que de manera involuntaria se convertían en daños colaterales de engaño.
Estudios como en el que Andrew Wakefield publicó en 1988 y en el que aseguraba que ciertas vacunas eran causantes de autismo y enterocolitis en niños que habían sido inoculados con ellas, dió por resultado un descenso en los índices de vacunación en Estados Unidos, Reino Unido e Irlanda, incrementando casos de sarampión y paperas, enfermedades graves y en ocasiones fatales. Sus continuas advertencias en contra de la vacunación, crearon un clima de falta de prevención y desconfianza, propiciando la reaparición de otras enfermedades que se creían controladas.
No vacunar a los infantes o incumplir el cuadro completo de vacunación, no solamente pone en riesgo a esos niños, si no a la población en general, permitiendo que los patógenos causales del sarampión, rubéola, paperas, poliomielitis, meningitis, tétanos y la fiebre amarilla, entre otras, se empoderen, disparando el número de contagios, daños irreversibles y muertes ocasionadas por las mismas.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud, en una nota publicada en enero del 2018, remarcó que durante el año pasado la tasa de cobertura de vacunación se estancó en el 86%, con una tendencia al alza en el desuso o infrautilización de vacunas nuevas y las ya existentes.
La OMS estima que 19.5 millones de lactantes no han sido vacunados o recibieron un esquema vacunal incompleto por cuestiones políticas, religiosas, sociales o económicas, lo que hace que el riesgo de contagio se multiplique exponencialmente.
Hay que considerar que si con la tasa de vacunación actual se evitan entre 2 y 3 millones de muertes anuales, mejorarla implicaría evitar 1.5 millones de muertes adicionales.
El arduo trabajo de las instituciones sanitarias a favor del sistema de vacunación, aumenta el número de lactantes y niños vacunados, lo que disminuirá el desarrollo de nuevas y más letales epidemias.