Hace relativamente poco tiempo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluía entre otros factores de riesgo para el desarrollo de múltiples enfermedades, no exclusivamente respiratorias, el exponerse cotidianamente a elevados índices de aire contaminado, la que como todos sabemos está cargada de múltiples partículas extremadamente nocivas.
Entre otras urbes, la Ciudad de México (CDMX) es, desde hace ya muchos años, una de las megalópolis con los índices de contaminación aérea más elevada, la que a pesar de los esfuerzos sostenidos de las autoridades y la normatividad vigente, no ha podido no ha podido ser controlada de manera constante.
Sin embargo, a mediados de mayo la CDMX sufrió una contingencia ambiental extrema, que obligó a restringir actividades al aire libre en escuelas privadas y oficiales, limitar la circulación de vehículos automotores y en términos generales, modificar algunos hábitos cotidianos para disminuir los riesgos asociados a ese ambiente nocivo.
Al respecto, la Doctora Ana Rosa Moreno, investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comentó que el anuncio de la contingencia ambiental se dio tardíamente, lo que impidió tomar acciones preventivas oportunas que limitaran los riesgos para los habitantes o visitantes de la ciudad.
Para entender mejor la razón por la que esta contingencia ambiental supera en riesgo a otras anteriores, tenemos que hablar forzosamente del tamaño de las partículas contaminantes suspendidas en el aire, y que de manera involuntaria respiramos.
Cuando hablamos de estas partículas hablamos en términos de micras, que es la medida de referencia en este ámbito.
“Cuando hay picos como los de esta contingencia (mediados de mayo de 2019), o una exposición aguda y las concentraciones son más altas, hay riesgo de muerte para las personas más vulnerables y aunque, todos estamos en riesgo, los bebés y los ancianos tienen mayor peligro. Es por ello que los bebés no deben salir bajo ningún motivo de sus casas, no abrir las ventanas, preferentemente limitar las actividades de niños y personas de la tercera edad, o de quienes padecen enfermedades respiratorias o crónicas, como asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y alergias, pues estas condiciones incrementan su vulnerabilidad, ya que el cuerpo no puede manejar el estrés biológico de la contaminación aunado a enfermedades como la diabetes, la hipertensión, o de algún otro tipo, lo que incrementa las posibilidades de muerte”.
Cuando las partículas suspendidas en el aire tienen una medida de 10 micras, o más, pueden ser detenidas por el moco, evitando que se introduzcan en el organismo que las respira, pero cuando son más pequeñas (2.5 micras) no encuentran barrera defensiva natural que les impida el paso, accediendo libremente al sistema respiratorio (no solamente humano), los alveolos (sito en el que ocurre el intercambio gaseoso, para acceder directamente al torrente sanguíneo), e incluso al cerebro, como lo mencionamos en el artículo “La contaminación atmosférica también daña al cerebro”
En el número 5051 del 13 de mayo de 21091 de la Gaceta de la UNAM, específicamente en el artículo “En México, 21 mil muertes al año asociadas con mala calidad del aire. Partículas PM 2.5, las más dañinas”, se acota que en México ocurren anualmente alrededor de ese número de fallecimientos asociadas con la mala calidad del aire, “pero subestimamos el problema porque para nosotros la contaminación es algo cotidiano y cuando un problema se vuelve cotidiano, no se percibe”, aseveración tan cruda, como cierta.
En la CDMX vivimos codo a codo, o será más correcto decir, pulmón a pulmón con la polución, pero cuando viajamos a otros lugares menos contaminados, percibimos una clara mejoría en nuestro sistema respiratorio, no tenemos flemas, ojos irritados, ni resequedad. Lo contrario les ocurre a quienes visitan la capital de la República, porque inesperadamente presentan síntomas que no padecen en su lugar de origen. La doctora Moreno comenta al respecto: “Nos hemos adaptado, pero no significa que no suframos los efectos”.
“La contingencia llegó tarde porque no hay legislación, pero no podemos estar con las manos amarradas, debemos actuar, eso implica que todos tomemos acciones. Se necesita un cambio para bien, hacer que todos participemos y se exija la verificación de los vehículos contaminantes como los camiones de pasajeros, de volteo, repartidores de refrescos, todos los que no verifican. La prioridad debe ser la salud humana”. Doctora Ana Rosa Moreno, UNAM.