Hace algunos días, para ser precisos el 23 de enero, se publicó en Código F un interesante artículo titulado “El efecto Trump frente a las fortalezas de la industria farmacéutica mexicana”, firmado por el Ing. Rafael Gual Cosío, Director General de CANIFARMA.
En este artículo el autor abordó el origen global de la industria farmacéutica, así como la complejidad de instalar una planta de fabricación de medicamentos que cumpla con todas las normas internacionales acerca de las buenas prácticas de fabricación, la calificación del personal, las medidas de seguridad, el impacto ecológico, las enormes inversiones que implica poner en marcha una planta de este tipo y los años de planeación, construcción y certificación que la misma requiere, antes de entrar en plena operación, lo cual (dejo constancia) es un brevísimo resumen del mencionado artículo que si no lo han leído les recomiendo hacer.
El profundo análisis que se hace en el texto busca comunicar con claridad lo difícil que resultaría cerrar las plantas de fabricación de medicamentos instaladas en México para trasladarlas en su totalidad a los EE.UU., de acuerdo con la visión centrista de Trump.
Partiendo de este artículo y con información obtenida de múltiples fuentes, abordaremos en este artículo el tema de la Investigación Científica en la Era de Trump.
En su posición centrista, Donald Trump parece olvidar, o al menos no considerar, que hay muchas áreas (por no decir todas) del quehacer humano en las que se entreverá de manera orgánica la participación de millones de personas en cientos de países de múltiples nacionalidades, etnias, idiomas y creencias religiosas, que sin importar sus diferencias, colaboran armónicamente en el desarrollo de productos, servicios y por supuesto, en la investigación científica.
Esta actividad primordial (como muchas otras) es una actividad multinacional que agrupa los mejores talentos disponibles, sin importar su país de origen y muchas veces su país de residencia, ya que la colaboración no tiene fronteras ni distancias, lo que le ha permitido a la humanidad y a la ciencia globalizarse.
Queda asentado que en el caso específico de México, la colaboración científica y tecnológica entre nuestro país y los EE.UU. se remonta a 1972, hace 45 años, cuando se estableció el Acuerdo de Cooperación Científica y Técnica.
Diez y ocho años después, en 1990 se creó la Comisión México-Estados Unidos para el Intercambio Educativo y Cultural (COMEXUS), la que concede las reconocidas becas Fulbright-García Robles para que estudiantes mexicanos realicen un posgrado en EE.UU.
Para poner en contexto la importancia de nuestra relación educativa con los EE.UU. les comentamos que en 2016, el CONACYT otorgó 1550 becas de maestría, doctorado, especialidad, postdoctorado, estancias sabáticas y becas mixtas al extranjero para ir a EE.UU., lo que representa casi la cuarta parte (24%) de los apoyos al extranjero, de acuerdo con la información proporcionada por la Dirección Adjunta de Posgrados y Becas (DAPYB) del CONACYT.
Si bien es cierta la relevancia a nivel educativo, nuestro país tiene convenios vigentes para que investigadores mexicanos aporten conocimientos a científicos estadounidenses y viceversa, siendo socios, entre otros grandes proyectos científicos, del Observatorio High Altitude Water Cherenkov (HAWC) y el Gran Telescopio Milimétrico, ubicados en territorio nacional.
Tan solo en 2013, Enrique Peña Nieto y el entonces presidente de los EE.UU. Barack Obama, impulsaron el Foro Bilateral sobre Educación Superior, Innovación e Investigación (FOBESTII), a través del cual se han establecido más de 80 acuerdos de cooperación entre instituciones de educación superior de México y EE.UU., según información proporcionada por la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Por otra parte, el Dr. en Física José Mustre de León, Director del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAT), comentó que la institución a su cargo tiene más de 50 convenios establecidos con instituciones de Estados Unidos, por lo que considera que la relación de cooperación científica entre ambos países es prácticamente indisoluble, más allá del discurso político de Trump.
Si consideramos únicamente los aspectos antes mencionados, nos daremos cuenta de que la cooperación científica en la que participan capitales de múltiples orígenes, centros de investigación y talentos de diversas nacionalidades no puede ser real, sin riesgo de provocar un cisma en el conocimiento y en el avance de la ciencia, con las graves consecuencias que esto podría acarrear.
Abundando en este tema, el Dr. Gerardo Herrera Corral, científico y Secretario Académico del CINVESTAT, comentó que si el gobierno de los EE.UU. bloquea la cooperación científica entre ese país y México (como lo ha hecho con otras industrias), será el momento oportuno para desarrollar nuevas relaciones científicas con otros países líderes en diversas áreas de conocimiento, lo que sin duda enriquecerá a la ciencia y a los científicos e investigadores mexicanos.
Mientras otras naciones están deseosas de abrir sus puertas para compartir conocimiento, experiencia y talento, lo que evidentemente enriquecería y potenciaría globalmente el conocimiento y los hallazgos y avances derivados del mismo, la visión de Trump de cerrarse al mundo, restringiendo el acceso a su territorio de personas de nacionalidades que él considera peligrosas para su nación y limitando la inversión de empresas norteamericanas en otros países, desacelerará (por decir lo menos) el fortalecimiento de la nación que desde hace muy poco preside.
Sin embargo, y aunque parece imposible que los acuerdos de cooperación educativa y de investigación científica bilaterales puedan ser detenidos, la pura posibilidad de que esto ocurra debería dirigir y ensanchar nuestra visión hacia otras naciones potencialmente socias para el desarrollo de la educación, la investigación y la ciencia, sin restricciones de nacionalidad o credo.
Un excelente ejemplo de los resultados que acarrea tener una visión absolutista, lo constituyen los proyectos de construcción del Large Hadron Collider en Europa (LHC), y el Superconducting Super Collider (SSC) en Estados Unidos, proyectos que en principio tenían alcances similares.
El CERN de Europa ha construido el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el acelerador de partículas más poderoso jamás creado por los humanos. Pulsa en la imagen para agrandarla
Mientras que los EE.UU. decidieron que su país sería la fuente principal de financiamiento del Superconducting Super Collider, en el proyecto del LHC europeo se propuso que varios países aportaran el financiamiento para la realización del proyecto.
Al día de hoy, el Large Hadron Collider europeo es una realidad en funcionamiento, mientras que el SSC norteamericano no se concluyó, abandonando el proyecto después de una altísima y estéril inversión de dos mil millones de dólares pagados en su totalidad por los contribuyentes norteamericanos.
Es importante anotar que en la planeación y construcción del Large Hadron Collider (Gran Colisionador de Hadrones) participaron más de 2,000 físicos de 34 países y cientos de universidades y laboratorios.
El ejemplo anterior es una muestra excelente de la necesidad de abrir la educación y la investigación científica al mundo, incorporando talento y experiencia sin discriminación, y dando acceso al financiamiento de fuentes económicas reconocidas, lo que facilita el desarrollo y conclusión de los proyectos planteados.
Fuentes:
CONACYT. La ciencia mexicana ante el nuevo gobierno de Trump.
Consulta realizada el 1º de febrero del 2017.
Wikipedia. Gran colisionador de hadrones.
Consulta realizada el 1º de febrero del 2017.
AMC.UNAM. Gerardo Herrera Corral.
Consulta realizada el 1º de febrero del 2017.
Gob. Mx. Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Consulta realizada el 1º de febrero del 2017.
Código F. El efecto Trump frente a las fortalezas de la industria farmacéutica mexicana.
Consulta realizada el 1º de febrero del 2017.
El Efecto Trump ante las fortalezas de la Industria farmacéutica Mexicana
Wired. For Sale: $20 Million Particle Accelerator, Never Used.
Consulta realizada el 1º de febrero del 2017.
Autor: Manuel Garrod.
Consultor de Código F