En el ámbito de la búsqueda de nuevas alternativas terapéuticas para diversos padecimientos destaca, como una de las más jóvenes y retadoras, la venómica, disciplina científica en la que a través de la investigación del veneno de diversos animales, se busca determinar de entre todo el complejo entramado molecular que los forman, que componentes podrían tener las propiedades bioquímicas necesarias para el desarrollo de medicamentos originales.
La venómica es un campo de trabajo investigativo interdisciplinario que incorpora especialistas en genómica (área de la genética especializada en la secuenciación y análisis del genoma de un organismo), la proteómica (estudio a gran escala de las proteínas, su estructura y función) y la transcriptómica (estudio de todas las moléculas de ARN en una célula), los que buscan comprender con mayor profundidad y detalle la naturaleza de los diversos tipos de veneno y su potencial terapéutico, transformando un elemento letal en uno curativo o paliativo.
Es probable que este concepto pueda resultar sorprendente, pero lo será aún más el saber que cuando menos, cuatro fármacos presentes en las farmacias tienen su origen en venenos animales, como el antihipertensivo Captopril, desarrollado a partir del veneno de la víbora Bothrops Jararaca (endémica de Brasil, Argentina y Paraguay); Byetta (exenatide) prescrito para disminuir los niveles de glucosa en sangre en pacientes diagnosticados con Diabetes Mellitus tipo II, y cuyo origen primario fue una hormona obtenida de la saliva del monstruo de Gila (Heloderma suspectum); Prialt (ziconotide), analgésico no narcótico utilizado para el alivio de dolores severos crónicos, derivado del caracol marino; y Eptifibatide, fármaco antiplaquetario perteneciente a la clase de inhibidores de la glucoproteína IIb / IIIa, derivado de una proteína que se encuentra en el veneno de la serpiente de cascabel pigmea del sudeste (Sistrurus miliarius barbouri).
Es muy interesante saber el enorme potencial que la venómica tiene por delante, si consideramos que las estimaciones consideran que únicamente se ha estudiado entre el 2% y el 3% del potencial terapéutico del veneno animal, lo que se explica por la excesiva complejidad molecular de los mismos, posibilidades que se han incrementado en los últimos años gracias a la biología molecular.
Como cierre, rescataremos la frase de Paracelso; médico, alquimista y astrólogo del renacimiento alemán y considerado el padre de la toxicología que dicta: “Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis”.