“La humanidad está convirtiendo el mundo en un lugar cada vez más inseguro y precario”. António Guterres, Secretario General de la ONU.

Cuando los avances tecnológicos y científicos parecieran haber tenido la capacidad suficiente para alumbrar un momento histórico de desarrollo y crecimiento sostenidos, es, paradójicamente, el momento en el que 6 de cada 7 personas en el mundo sufren sentimientos de inseguridad incluso mayores que 10 años atrás, dato que incluye a los habitantes de los países con las mejores tasas de buena salud, riqueza y educación, como se asienta en el nuevo informe “Las nuevas amenazas para la seguridad humana en el Antropoceno” editado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

“A pesar de que el mundo disfruta de una riqueza sin precedentes, la mayoría de las personas sienten preocupación por el futuro, sentimientos que probablemente se han visto exacerbados por la pandemia. En nuestro afán desenfrenado por el crecimiento económico seguimos destruyendo nuestro entorno natural mientras aumentan las desigualdades, tanto dentro de los países como entre ellos. Es hora de prestar atención a las señales que emiten las sociedades que sufren un estrés inmenso y redefinir el verdadero significado de progreso. Necesitamos un modelo de desarrollo adecuado para este objetivo que esté construido alrededor de la protección y la restauración de nuestro planeta, y que ofrezca nuevas oportunidades sostenibles para todos”. Achim Steiner, Administrador del PNUD.

Los datos muestran una bajada en la esperanza de vida a nivel mundial por segundo año consecutivo debido a la COVID-19, y un empeoramiento de todos los parámetros de medición del desarrollo humano. Además, es probable que el cambio climático se convierta en una de las principales causas de mortalidad en el mundo, si consideramos que aún con una reducción moderada de las emisiones, los cambios de temperatura podrían acarrear la muerte de 40 millones de personas de aquí a fin de siglo.

“Antropoceno es un término utilizado para designar la era geológica actual que se distingue por el papel central que desempeña la humanidad para propiciar significativos cambios geológicos. Estas transformaciones han sido provocadas por factores como la urbanización, la utilización de combustibles fósiles, la devastación de bosques, la demanda de agua o la explotación de recursos marítimos”. WWF.

Sin embargo, y como lo han expresado diferentes expertos en la materia, arrostrar exitosamente las desigualdades, los conflictos, y la incapacidad de los sistemas de salud para enfrentar los retos por venir, como la pandemia de la COVID-19, exige a los líderes políticos trabajar conjuntamente, anteponiendo los principios de protección, empoderamiento, y solidaridad para impulsar sinergias, y no contradicciones, entre la seguridad de las personas, la salud del planeta, y el desarrollo humano. En pocas palabras, conseguir que la solución a un problema, no ocasione el exacerbamiento de otros.

Al respecto, António Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), declaró: “Nos enfrentamos a una paradoja del desarrollo. A pesar de que las personas viven en promedio más tiempo, son más ricas y gozan de mejor salud, estos avances no han logrado aumentar su sensación de seguridad. Esto es válido para países de todo el mundo y se venía observando incluso antes de la incertidumbre causada por la pandemia de COVID-19”.

“El concepto de seguridad humana, dado a conocer originalmente en 1994 en el pionero Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD, introdujo un cambio radical en la manera de pensar sobre la seguridad de las personas, alejándose de la idea de seguridad personal unida exclusivamente a la seguridad territorial y poniendo el énfasis en la importancia de las necesidades básicas, la dignidad, y la protección de las personas a la hora de disfrutar de vidas seguras”.

El informe señala, asimismo, la estrecha relación existente entre la pérdida de confianza y los sentimientos de inseguridad, ocasiona que las personas con una mayor sensación de inseguridad humana tengan tres veces menos probabilidades de tener confianza en los demás.

Otras conclusiones del informe:
  • Los países con niveles de desarrollo más elevados, tienden a beneficiarse más de las presiones ejercidas sobre el planeta, y pagar menos sus consecuencias, destacando el impacto del cambio climático en el aumento de las desigualdades.
  • Alrededor de 1 200 millones de personas viven en zonas afectadas por conflictos, y casi la mitad de ellas (560 millones), en países habitualmente no considerados como frágiles, lo que demuestra la necesidad de reexaminar la noción tradicional respecto a qué naciones son más vulnerables a los conflictos.
  • En 2021, a pesar de alcanzarse el PIB más alto de la historia y de la creciente disponibilidad de vacunas contra la COVID-19 en algunos países, la esperanza de vida a nivel mundial se redujo por segundo año consecutivo, con un descenso promedio de 1.5 años, versus la tendencia anterior a la pandemia.

“La pandemia ha aumentado esta incertidumbre. Ha puesto en peligro todas las dimensiones de nuestro bienestar y ha amplificado un sentimiento de temor en todo el planeta. Esto, unido a las crecientes tensiones geopolíticas, las desigualdades cada vez mayores, el retroceso democrático y los devastadores fenómenos meteorológicos relacionados con el cambio climático, amenaza con revertir décadas de progreso en materia de desarrollo, aleándonos aún más de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y retrasar la urgente necesidad de una transición más verde, más inclusiva y justa”. António Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas.

  • Se aprecian amplias y crecientes diferencias entre los sistemas de salud de los países. Según un nuevo Índice de Universalidad de la Atención Médica (Healthcare Universalism Index) presentado por el informe, entre 1995 y 2017 se produjo un ensanchamiento de la brecha de desigualdad en el ámbito sanitario entre los países con bajo y muy alto desarrollo humano.
  • Cuando estalló la pandemia de COVID-19, el mundo había alcanzado unos niveles sin precedentes en el Índice de Desarrollo Humano (IDH). En promedio, la población disfrutaba de mayor salud, riqueza y calidad y esperanza de vida que nunca. Sin embargo, bajo la superficie, comenzaba a tomar forma una sensación de inseguridad.
  • El hambre va en aumento: en 2020, este flagelo afectó aproximadamente a 800 millones de personas, pero en la actualidad, alrededor de 2 mil 400 millones de personas sufren inseguridad alimentaria como resultado de los efectos socioeconómicos y ambientales acumulados que venían produciéndose antes de 2019, pero que se vieron agravados por la pandemia en 2020 y 2021.
  • El cambio climático seguirá afectando a los aspectos vitales de las personas. Incluso en un escenario de mitigación moderada, alrededor de 40 millones de personas podrían morir en todo el mundo de aquí a finales de siglo (principalmente en los países en desarrollo), a consecuencia del aumento de la temperatura.
  • El número de personas desplazadas por la fuerza se ha duplicado en la última década, alcanzando una cifra sin precedentes de 82.4 millones en 20201. Las estimaciones muestran que el desplazamiento forzoso puede acelerarse aún más, mientras el cambio climático siga sin mitigarse.
  • Las tecnologías digitales pueden ayudar a hacer frente a muchos de los desafíos del Antropoceno, pero el rápido ritmo de expansión digital viene acompañado de nuevas amenazas que agudizarán potencialmente los problemas actuales relacionados, entre otros, con las desigualdades y los conflictos violentos. La pandemia no solo ha acelerado la transformación digital de la economía productiva, sino que también se ha disparado la ciberdelincuencia, cuyos costos anuales a finales de 2021 se tasaron en 6 billones de dólares norteamericanos.
  • El número de personas afectadas por conflictos está alcanzando máximos históricos: actualmente, alrededor de 1.2 millones de personas viven en zonas afectadas por conflictos, de las que 560 millones no residen en entornos frágiles, lo que refleja la propagación de diferentes formas de conflictos violentos.
  • Las desigualdades son un ataque a la dignidad humana. Las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) y de otras minorías sexuales, se enfrentan a riesgos particulares de sufrir daños en sociedades donde no se tolera la diversidad. En el 87% de 193 países, estas personas no tienen derecho al reconocimiento de su identidad, ni a la plena ciudadanía.
  • La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las formas más crueles de desempoderamiento de las mujeres. Las formas sutiles de violencia y las llamadas microagresiones son formas tan graves de violencia como la violación y el feminicidio. En 2020, 47 mil mujeres y niñas fueron asesinadas por sus parejas u otros miembros de sus familias; en promedio, una mujer o niña es asesinada cada 11 minutos por su pareja, u otro miembro de su familia.
  • En lo que respecta a la universalización de los sistemas de atención sanitaria, la brecha entre los países con niveles de ingresos muy altos y los de bajos ingresos, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) es amplia y está aumentando. Los países con sistemas sanitarios más débiles y menos universales también son los que afrontan los mayores desafíos en el terreno de la salud: la creciente carga de enfermedades no transmisibles y los efectos de las pandemias.
  • Hasta la fecha, el 72% de la población de los países de ingresos altos había recibido al menos una dosis de la vacuna contra la COVID-19, mientras que esa tasa de cobertura se reduce al 21% en los países pobres.

“La solidaridad reconoce que la seguridad humana en el Antropoceno debe ir más allá de proteger a las personas y sus comunidades, de forma que las instituciones y las políticas consideren sistemáticamente la interdependencia entre todas las personas y entre estas y el planeta. Para que toda persona viva sin temor, sin miseria, sin ansiedad y con dignidad, es preciso desplegar las tres estrategias, ya que la protección, el empoderamiento y la solidaridad en su conjunto potencian la seguridad humana en el Antropoceno. La capacidad de actuar (la capacidad de mantener valores y asumir compromisos, promuevan o no el propio bienestar, y de actuar en consecuencia tomando sus propias decisiones o participando en la adopción de decisiones colectivas) ocupa un lugar central en este marco. El hecho de hacer hincapié en la capacidad de actuar es un recordatorio de que los logros en materia de bienestar no son el único elemento que debemos tener en cuenta al evaluar las políticas o los progresos. La capacidad de actuar también ayudará a evitar los inconvenientes de las soluciones parciales, como el riesgo de ofrecer protección sin prestar atención al desempoderamiento, o de comprometerse con la solidaridad dejando a algunas personas sin protección”. ONU.

Por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF.

Fuentes:

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (8 de febrero del 2022).
6 de cada 7 personas en el mundo sufren sentimientos de inseguridad, según el nuevo informe del PNUD.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (2022).
Las nuevas amenazas para la seguridad humana en el Antropoceno exigen una mayor solidaridad.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (2022).
Ampliar la seguridad humana mediante una mayor solidaridad en el Antropoceno.

WWF. (s.f.).
Antropoceno.