La manifestación y agudizamiento de los desórdenes emocionales y las afecciones mentales no están siendo atendidos con oportunidad durante la pandemia, los que se manifiestan particularmente, pero no de manera exclusiva, en quienes se encuentran en confinamiento.
Se han incrementado fuertemente los conflictos, los eventos de violencia intrafamiliar, los intentos de suicidio fallidos y consumados, lo que nos muestra la enorme fragilidad de nuestro equilibrio y débil capacidad de resiliencia que tenemos ante la presión constante, la incertidumbre, la inseguridad y el miedo.
Con estas fuertes aseveraciones, iniciamos la conversación con la Psicoterapeuta Daniela Martínez, a la que entrevistamos en días pasados, y que amablemente nos concedió una previa, publicada el pasado 1 de abril, y que les recomendamos leer.
La especialista en la atención psicológica de niños y adolescentes, hizo particular énfasis sobre las profundas huellas emocionales que la pandemia está provocando en esta franja etaria. Acerca de ello, Martínez aseveró que muchos menores perciben esta pandemia como un suceso permanente y absoluto, lo que los conduce a la depresión, y a considerar que en un mundo post-apocalíptico, como ellos lo imaginan, no vale la pena vivir, poniéndolos es una situación incrementada de riesgo.
Vale la pena aclarar que, aunque los niños y adolescentes son por su inmadurez emocional, los más propensos a las situaciones de riesgo, muchos adultos han perdido el sentido de la vida, desarrollando depresión y algunos rasgos psicóticos que probablemente estuvieran subyacentes en su personalidad.
La dilatada y todavía indeterminada duración de la pandemia, los bruscos cambios en nuestros hábitos de trabajo y socialización, la pérdida o afectación de nuestros ingresos, el confinamiento forzado, y la prolongada e inusual exposición a la interacción extremadamente intensa con otras personas no necesariamente las más afines a nosotros, generan tensiones sumamente complejas. Las líneas de apoyo psicológico y de denuncia por abusos y maltrato están saturadas, sin que existan mecanismos realmente funcionales para ayudar a las personas a canalizar de la mejor manera sus miedos, desesperanza e incertidumbre.
“Hay personas que han entrado en una psicosis tan aguda, que incluso duermen con cubrebocas por miedo al contagio”. Daniela Martínez.
Por otra parte, la Psicoterapeuta comenta que, el aislamiento nos ha llevado a modificar nuestros hábitos de alimentación, ejercicio y sueño, entre otros más, generando impactos colaterales a nuestra salud física y mental.
La especialista nos comparte que, cada vez más nos acostamos más tarde, dormimos mal y descansamos poco, lo que provoca la inefectividad de la actuación de la hormona de crecimiento como reguladora y reparadora neuronal, así como la alteración de los ciclos circadianos, lo que finalmente nos está pasando la factura.
Para enfrentar estas presiones Martínez nos ofrece algunas recomendaciones que consideramos útiles:
- La primera de ellas, es reconocer las emociones que sentimos (miedo, desesperanza, ira, deseos de morir, etc), ya que al hacerlo estamos dando el primer paso para enfrentarlas e idealmente resolverlas.
- Hablemos sobre nuestros sentimientos con alguna persona de confianza, dándoles salida. No hay emoción más peligrosa que la que permanece agazapada en nuestra psique y pretendemos negar.
- No olvidemos que ésta es una situación global que nos afecta a todos. Tomar consciencia de ello nos hace salir de nuestro encierro.
- Apeguémonos a nuestros horarios de actividad previos a la pandemia.
- No caigamos en el “¿para qué?”. Mantengamos nuestros hábitos de higiene, cuidado y arreglo personal aunque estemos en casa. No pasemos todo el día en pijama sin acicalarnos.
- Realicemos ejercicio regular.
- No comamos, fumemos, o bebamos alcohol en exceso.
- Estemos atentos al desarrollo de comportamientos obsesivo-compulsivos, los que nos llevan a realizar en demasía actividades que no se requieren.
- Asumamos que aún bajo estas condiciones somos personas productivas y valiosas.
- Evitemos enfocarnos en lo negativo, reconociendo y valorando las cosas positivas que tenemos.
- Busquemos actividades que nos resulten gratificantes, aprendamos nuevas cosas, descubramos habilidades desconocidas. Aún en las peores condiciones, y aunque en ocasiones es difícil verlo, la vida siempre nos ofrece otras oportunidades.
- Asumamos que la vida como la conocíamos ya cambió, y probablemente nunca será igual, porque nosotros mismos ya no somos las mismas personas.
- No perdamos la esperanza.