La innovación y la industria farmacéutica | Mayo, 2017.
Un relevo institucional siempre precisa armonizar la continuidad de una agenda de trabajo amplia y variada, como la que se ha venido desarrollando en los últimos años en la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (CANIFARMA), en un contexto nacional e internacional complejo e incierto, que en modo alguno depende de la voluntad del sector productivo que representa nuestra cámara industrial, pero que le afecta de diferentes maneras.
El pasado 30 de marzo asumí la Presidencia del Consejo Directivo de CANIFARMA y entre los temas de la agenda que formarán parte de mi gestión se encuentran, entre otros, el reconocimiento de la industria farmacéutica como una industria prioritaria para nuestro país, colaborar en priorización de la salud en la agenda nacional y el fomento de la investigación y desarrollo.
A propósito de este último tema, por su propia índole la industria farmacéutica constituye un importante motor de la inversión general en investigación, desarrollo tecnológico e innovación en el país, con capacidad para magnificar su efecto tanto sobre el sistema de salud en su conjunto, como en la economía en general.
Si consideramos los últimos datos recopilados en el II Compendio de la Industria Farmacéutica en México 2007-2014, la búsqueda de la innovación por parte de la industria farmacéutica en nuestro país, se materializa en que el monto de lo invertido en investigación y desarrollo casi se duplicó, al pasar en 2007 de 2,703 millones de pesos (MDP) a 5,025 MDP en 2013.
De acuerdo con Joseph Schumpeter, la innovación puede relacionarse con la fabricación de nuevos productos, la prestación de servicios o el desarrollo de procesos, actividades dirigidas a atender y resolver problemáticas que la convivencia en sociedad plantea. Y aunque estos tres elementos pueden en buena medida caracterizar a los resultados que en la materia realiza nuestro sector productivo, para su pleno desenvolvimiento se precisa el concurso de otros agentes.
En ese sentido es que se requiere crear un ecosistema funcional que entienda que lo esencial es resolver necesidades puntuales con el apoyo de quienes tienen la formación necesaria en las áreas de biología, química, ingeniería, mercadotecnia y economía, por mencionar algunas disciplinas, desarrollando proyectos específicos solucionar requerimientos concretos de la industria y de la población, así como la necesidad que tienen las universidades, los centros de investigación y los investigadores para obtener recursos que financien y posibiliten su trabajo científico.
Por supuesto que se precisa un marco institucional que incentive la configuración del ecosistema, para lo cual la participación de los poderes públicos es clave para este logro, sin menoscabo de las capacidades de emprendimiento que desarrollen los sectores privado y académico.
Finalmente, gracias a la investigación farmacéutica, la población puede contar con una continua incorporación de productos de investigación al arsenal terapéutico ya existente, lo que se refleja en una población más sana, al mismo tiempo que la innovación constituye el motor de la competitividad y productividad de nuestro actividad económica.