Las organizaciones mundiales de salud y los gobiernos de múltiples países llevan años realizando enormes esfuerzos para ofrecer al mayor número posible de sus ciudadanos la cobertura universal de salud, con el objetivo de mejorar la calidad y expectativa de vida de sus residentes naturales.
En ese sentido, es frecuente escuchar de boca de los responsables de los sistemas estatales de salud un cúmulo de cifras que muestran los enormes recursos asignados para la rehabilitación o construcción de clínicas, centros de atención y hospitales, el número creciente de enfermeras, médicos y otros profesionales de la salud contratados, el establecimiento de cifras record en el otorgamiento oportuno de citas de atención primaria, especialidades, cirugías y el abastecimiento suficiente de medicamentos de calidad, pero de bajo costo, lo que por sí mismo no es necesariamente relevante.
Un estudio recientemente publicado en la revista The Lancet, con el título “Mortality due to low-quality health systems in the universal health coverage era: a systematic analysis of amenable deaths in 137 countries” (Mortalidad debida a sistemas de salud de baja calidad en la era de la cobertura universal de salud: un análisis sistemático de muertes susceptibles en 137 países) y cuya autora principal es la Doctora Margaret E. Kruk, miembro de la Escuela de Salud Pública Harvard T.H. Chan, concluye que para preservar la salud e incrementar la expectativa y calidad de vida de las personas no basta con aumentar la cantidad de centros de atención sanitaria, el número de profesionales de la salud o de consultas y cirugías ofrecidas, si la calidad de la oferta no es buena.
“8.6 millones de personas mueren en los países de ingresos bajos y medianos por causas susceptibles de solucionarse con atención médica oportuna y de calidad. De esa cifra, 5 millones son personas que acudieron a algún centro de atención sanitaria estatal, pero recibieron atención médica de baja calidad. Esta cantidad es cinco veces más alta que todas las muertes globales por VIH o SIDA y más de tres veces más elevada que las muertes totales por diabetes. Las muertes atribuibles a la recepción de atención médica de baja calidad constituyen el 58% de toda la mortalidad susceptible en estos países”.
En palabras llanas, los investigadores sostienen que de los 19.3 millones de muertes ocurridas durante el 2016 en los países de ingresos bajos y medios, provocadas por 61 causas considerados en el estudio, un total de 15.6 millones de muertes podrían haberse evitado. Esta cifra se compone de 7 millones de muertes que podrían haber sido obviadas con intervenciones oportunas de los sistemas de salud, 5 millones por atención médica deficiente y 3.6 millones por la carencia total de ella. Si comparamos estos 15.6 millones de muertes evitables con el millón de personas muertas durante 2106 por VIH-SIDA nos daremos cuenta una vez más de la importancia vital que siempre tiene la calidad sobre la cantidad.