Hoy se dio a conocer que el jurado del Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, decidió otorgar el Premio Nobel de Fisiología o Medicina de este año a Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice, por el descubrimiento del virus de la hepatitis C.
Este importante galardón, dotado con una recompensa de 10 millones de coronas suecas (casi 24 millones de pesos mexicanos), reconoce la decisiva contribución de estos tres científicos en la lucha contra la hepatitis transmitida por vía sanguínea.
“El descubrimiento del virus de la hepatitis C reveló la causa de los casos de hepatitis crónica restantes (refiriéndose a los causados por agentes virales conocidos) e hizo posible analizar la sangre y desarrollar nuevos medicamentos que han salvado millones de vidas”. Comunicado de prensa del Jurado del Instituto Karolinska.
Independiente de las afecciones hepáticas ocasionadas por el consumo excesivo de alcohol, las toxinas ambientales o las enfermedades autoinmunes, la mayoría de ellas son ocasionadas por agentes virales.
Vale la pena mencionar que en la década los cuarentas, se descubrió que existen dos tipos principales de hepatitis infecciosa. La primera, se denomina hepatitis A y se transmite por el consumo de agua o alimentos contaminados y, en términos generales, tiene poco impacto a largo plazo en la salud de quienes la contraen. El segundo tipo (hepatitis B) se transmite a través de la sangre y los fluidos corporales y representa una amenaza mucho más grave ya que puede conducir a una condición crónica, con el desarrollo de cirrosis y cáncer de hígado, padecimiento que puede desarrollarse silenciosamente por años, antes de que surjan complicaciones graves.
En este contexto, es necesario comentarles que la hepatitis transmitida por la sangre se asocia con una morbilidad y mortalidad significativas y causa más de un millón de muertes por año en todo el mundo, lo que la convierte en un problema de salud mundial en una escala comparable a la infección por el VIH y la tuberculosis.
Está claramente establecido que el punto de quiebre para la búsqueda, desarrollo e implementación de una intervención exitosa contra cualquier enfermedad infecciosa reside inicialmente en la clara identificación del agente causal de la misma. En la década de 1960, Baruch Blumberg, quien recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1976 por este descubrimiento, determinó que una forma de hepatitis transmitida por la sangre era causada por un virus que se conoció como virus de la hepatitis B, lo que permitió el desarrollo de pruebas de diagnóstico, así como una vacuna eficaz.
“El descubrimiento del virus de la hepatitis C por los premios Nobel es un logro histórico en la batalla en curso contra las enfermedades virales. Gracias a su descubrimiento, ahora se cuenta con análisis de sangre altamente sensibles para el virus, los que han eliminado la hepatitis postransfusional en muchas partes del mundo, mejorando enormemente la salud mundial. Su descubrimiento también permitió el rápido desarrollo de medicamentos antivirales dirigidos contra la hepatitis C. Por primera vez en la historia, la enfermedad ahora se puede curar, lo que aumenta las esperanzas de erradicar el virus de la hepatitis C de la población mundial. Para lograr este objetivo, se requerirán esfuerzos internacionales para facilitar los análisis de sangre y hacer que los medicamentos antivirales estén disponibles en todo el mundo”. Comunicado de prensa del Jurado del Instituto Karolinska.
Sin embargo, un número significativo de las personas que recibían transfusiones de sangre desarrollaban hepatitis crónica, ocasionada por un agente infeccioso desconocido, diferente a los que ocasionaban la hepatitis “A” y “B”. Tras una década sin que pudiera esclarecerse el misterio, el virólogo británico Michael Houghton consiguió en 1989 aislar la secuencia genética del virus en la sangre de un chimpancé infectado intencionalmente en los laboratorios de la empresa farmacéutica estadounidense Chiron, descubriendo que el virus pertenece a la familia de los flavivirus (virus con envoltura, la simetría de la nucleocápside icosaédrica, y cuyo material genético reside en una única cadena de ARN de polaridad positiva, como los del dengue y el zika), bautizándolo como virus de la hepatitis C. Posteriormente, Charles M. Rice completó la investigación en las instalaciones de la Universidad Washington en San Luis, EE. UU., demostrando fehacientemente que el virus provocaba hepatitis.
Con respecto a la situación de la hepatitis C en nuestro país, el Instituto Nacional de Salud Pública, informó que ésta ha tenido una tendencia ascendente entre los años 2000 y 2008, con una tasa anual de crecimiento del 10% en el número de casos. Se estima, que en nuestro país hay entre cuatrocientas mil y un millón cuatrocientas mil personas infectadas con ese virus. El amplio rango estimado, muestra el rezago diagnóstico en el que se encuentra esta enfermedad, lo que imposibilita un abordaje terapéutico oportuno para su tratamiento, lo que acarrea altos costos financieros para las instituciones sanitarias públicas, y una pérdida significativa de años de vida.