Parkinson

El Parkinson es una enfermedad considerada como el segundo padecimiento neurodegenerativo a nivel mundial (el Alzheimer ocupa la primera posición), y cuya incidencia anual estimada es de 18 nuevos casos por cada 100 mil habitantes. Hay que considerar, sin embargo, que la dilatada esperanza de vida de los pacientes hace que la prevalencia de la enfermedad a nivel poblacional total sea cuantitativamente mayor que la incidencia anual, registrándose hasta 180-200 casos por cada 100 mil habitantes, lo que arrojaría una cifra total de personas afectadas por esta enfermedad, a nivel mundial, superior a los 6 millones de individuos.

Lo cierto, es que la carencia de información sanitaria confiable (sobre todo en ámbitos rurales), la frecuente falta de precisión en las actas de defunción y la confusión diagnóstica entre el párkinson idiopático y otros tipos de trastornos neurodegenerativos, sesgan la veracidad y calidad de los datos, impidiendo tener un panorama estadístico confiable.

La enfermedad de Parkinson fue bautizada así por Jean-Martin Charcot (neurólogo francés) en homenaje a su descubridor, el médico inglés James Parkinson (11 de abril de 1755-21 de diciembre de 1824), quien la denominó en 1817 originalmente como “Paralisis Agitants”.

El padecimiento afecta seriamente al sistema nervioso central (SNC), como consecuencia de la degeneración crónica y progresiva de las estructuras de una zona del cerebro llamada “sustancia negra”, responsables de la coordinación del movimiento, el equilibrio, el mantenimiento del tono muscular y la postura, los que se ven seriamente afectados.

Las causas específicas que promueven el desarrollo de la enfermedad de Parkinson aún son desconocidas con precisión, pero diversos estudios hablan del origen ambiental de la enfermedad, factores genéticos y el proceso natural del envejecimiento, aunque hay casos en los que el padecimiento se manifiesta en jóvenes y adultos.

Los cuatro síntomas característicos de la enfermedad de Parkinson son la hipocinesia (lentitud anormal de los movimiento), rigidez , temblor en reposo y alteración de los reflejos posturales, mismos que repercuten en el mantenimiento del equilibrio, y colateralmente con la autoestima y salud emocional de quienes la padecen.

Por otra parte, es necesario comentar que los problemas secundarios más frecuentes de esta enfermedad son:

Trastornos del sueño.
Dolores de tipo muscular o articular.
Fatiga y cansancio crónico.
Estreñimiento.
Falta de control urinario.
Problemas sexuales.
Trastornos depresivos y aislamiento social.
Sudoración excesiva y crisis de seborrea.
Trastornos respiratorios.
Trastornos de la deglución.
Trastornos oculares.

Como lo mencionamos previamente, la expectativa de vida de los pacientes con la enfermedad de Parkinson es equiparable a la de las personas sin la enfermedad, aunque en el tema de calidad de vida no, ya que estos últimos tienen una supervivencia muy castigada.

Para determinar la etapa evolutiva de la enfermedad, los especialistas utilizan regularmente las escalas de Hoehn y Yarh, las que diferencian en diversos estadios el avance del padecimiento, y que anotamos a continuación:

0 – No hay signos de enfermedad.
1.0 – Enfermedad exclusivamente unilateral.
1.5 – Afectación unilateral y axial.
2.0 – Afectación bilateral sin alteración del equilibrio.
2.5 – Afectación bilateral leve con recuperación en la prueba de retropulsión. (Test del empujón)
3.0 – Afectación bilateral leve a moderada; cierta inestabilidad postural, pero físicamente independiente.
4.0 – Incapacidad grave; aún capaz de caminar o de permanecer en pie sin ayuda.
5.0 – Permanece en una silla de ruedas o encamado si no tiene ayuda.

Por último, nos gustaría cerrar esta nota recordando que las funciones intelectuales de las personas afectadas con Parkinson no disminuyen, por lo que el impacto emocional es muy fuerte, requiriendo además de apoyo funcional, soporte psicológico.