Hoy les recomendamos un libro inscrito en el género de la narrativa de no ficción, lo que quiere decir que los personajes son reales, los acontecimientos son históricos y han sido documentados con la mayor precisión posible, pero que se lee con la facilidad de una buena novela.
El libro se titula “Zona caliente” (The hot zone), cuyo autor, Richard Preston, es catedrático de la Universidad de Princeton, y destacado especialista en el abordaje de temas científicos con un alto nivel de rigor y conocimiento de la materia.
Zona Caliente, nombre con el que se designan las áreas de laboratorio en las que se investigan los virus más letales, es una descripción aterradoramente realista del virus del ébola, y su extraordinaria capacidad para contagiar y matar rápidamente a prácticamente a cualquier primate, incluidos nosotros, expuesto al mismo.
El libro, que se lee con enorme facilidad, narra la búsqueda en África del reservorio natural primigenio de este virus, considerado como un ente prehistórico, y la contaminación de las instalaciones de una empresa dedicada a la importación de primates para investigación, ubicada en Maryland, EE. UU.
Sin saberlo, los importadores introducen a territorio norteamericano monos contagiados con ébola, lo que detonó la acción encubierta del Instituto de Investigaciones Médicas sobre enfermedades Infecciosas del Ejército de los Estados Unidos (USAMRIID, United States Army Medical Research Institute of Infectious Diseases) y los CCD, que trabajaron conjuntamente para tratar de evitar que el ébola rebasara los límites del llamado “edificio de los monos”, convirtiéndose en una pandemia de costes incalculables.
“El virus se transmite de una persona a otra por medio del contacto con el sudor, las heces, el vómito, la saliva, la orina o la sangre. Una persona contagiada suele producir muchos de estos fluidos de manera incontrolada, a menudo en grandes cantidades. En aproximadamente la mitad de los casos, se sufren hemorragias. A veces son abundantes, pero también pueden ser sutiles: pueden llegar a manifestarse como pequeñas gotas de sangre adheridas a los bordes de los párpados. Tal vez se padezcan hemorragias internas, invisibles excepto en los vómitos salpicados de sangre o en la melena (vómito negro). Cualquier persona que toque esos fluidos con las manos o la piel desnudas, corre el riesgo de infectarse… Y el virus del ébola es sumamente contagioso. Si una sola partícula de ese virus penetra en el torrente sanguíneo de una persona, el resultado puede ser una infección mortífera. (Por el contrario, el VIH es mucho menos infeccioso. Es necesario que se introduzcan unas diez mil partículas de VIH en el torrente sanguíneo de una persona para que ésta contraiga el virus). Hasta ahora no existe ningún remedio confirmado para el ébola, o vacuna que haya demostrado su efectividad”.
Creemos que el ébola, por ser un virus que ha manifestado y manifiesta su ira en diversas regiones de África, un continente aparentemente muy lejano, nos pone a salvo, estamos equivocados, y como expresa el autor: “Un virus caliente procedente del bosque húmedo sobrevive a las veinticuatro horas de vuelo que tarda un avión en llegar a cualquier ciudad del planeta. Todas las ciudades del planeta están conectadas por una maraña de rutas aéreas. La maraña es una red articulada. Una vez que el virus entra en esta red, puede llegar a cualquier lugar en un día: a París, a Tokio, a Nueva York, a los Ángeles, adondequiera que vayan los aviones”.
Por: Manuel Garrod, miembro del comité editorial de códigoF.