Un equipo de investigadores mexicanos, integrado por el Dr. David Guillermo Pérez Ishiwara, investigador de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía (ENMH) y adscrito al Programa Institucional de Biomedicina Molecular; Eloy Edurne López Paz, estudiante de la maestría en Biomedicina Molecular del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y el Dr. Alejandro Martínez Martínez, especialista en neurociencias de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UAC), están trabajando actualmente en el desarrollo de un fitofármaco profiláctico para el tratamiento del estrés crónico, el que a través del uso de los flavonoides y ácidos fenólicos (antioxidantes) obtenidos de una planta mexicana, podría evitar los severos daños provocados por este padecimiento.
Para poner en contexto la importancia y posibles alcances de esta investigación, les comentamos que la American Psychological Association (APA) de los EE.UU., clasifica al estrés en las siguientes categorías: estrés agudo, estrés agudo episódico y estrés crónico, considerando al último como un desorden de alta complejidad de tratamiento y el que tiene la mayor capacidad destructiva:
“El estrés crónico desgasta a las personas día tras día, año tras año. Este padecimiento destruye al cuerpo, la mente y la vida. Hace estragos mediante el desgaste a largo plazo. Es el estrés de la pobreza, las familias disfuncionales, de verse atrapados en un matrimonio infeliz o en un empleo o carrera que se detesta. Es el estrés que los eternos conflictos han provocado en los habitantes de Irlanda del Norte, las tensiones del Medio Oriente, y las rivalidades étnicas interminables que afectaron a Europa Oriental y la ex Unión Soviética. El estrés crónico mata a través del suicidio, la violencia, el ataque al corazón, la apoplejía e incluso el cáncer. Las personas que lo padecen se desgastan hasta llegar a una crisis nerviosa final y fatal, ya que sus recursos físicos y mentales se ven consumidos por el desgaste a largo plazo”.
Nos parece que la cruda definición que sobre el estrés agudo crónico hace la American Psychological Association (APA), dimensiona la gravedad de un padecimiento que de acuerdo con los especialistas en salud mental se ha convertido en una de las principales afecciones del presente siglo y cuya atención, y de ser posible prevención, deben ser vistas como de altísima prioridad.
El Dr. Pérez Ishiwara comentó que la importancia del trabajo que están realizando reside en que el uso de los antioxidantes obtenidos de una planta, de la que prefirió mantener el nombre en secreto, permitiría establecer un tratamiento preventivo (no paliativo), para evitar el desarrollo de los diferentes procesos neurodegenerativos que provoca el estrés crónico.
La Fitofarmacología fue inventada por el científico ruso David Israel Macht en la década de 1930. El término ha evolucionado desde su significado original hasta un término que define a uno de los campos de la investigación farmacéutica, en el que las sustancias o principios activos se obtienen de las plantas.
Dos excelentes ejemplos de medicamentos cuyo origen fue vegetal son la Digoxina y la aspirina.
Durante el desarrollo de la investigación, los científicos observaron que el tratamiento indujo la auto expresión del sistema antioxidante de los sujetos bajo estudio, lo que limitó el daño neuronal provocado por las Especies Reactivas de Oxígeno (ROS, por sus siglas en inglés). Expresado de otra manera podríamos decir que el fitofármaco, además de sus efectos antioxidantes y antiinflamatorios, promueve el “encendido” del sistema enzimático antioxidante de las neuronas, lo que podría potencializar la inactivación de las ROS, lo que a su vez evitaría la destrucción del tisular.
“Hay que investigar sistemáticamente los usos que nuestros indígenas dan a las plantas. En nuestro país tenemos un potencial de más de tres mil plantas medicinales y estamos permitiendo que empresas extranjeras vengan a tomar el conocimiento de nuestras etnias y que se aprovechen de sus beneficios”. Dr. David Guillermo Pérez Ishiwara.
Los científicos observaron que los animales sometidos a estrés, pero que habían recibido el fitofármaco tres días previos a la estimulación negativa, no presentaron los efectos característicos que provoca esta enfermedad, a diferencia de los que recibieron solamente un placebo y que, entre otras afectaciones negativas, perdieron peso de manera significativa.
Otros de los signos positivos observados en los ratones de laboratorio tratados profilácticamente con el fitofármaco fue la disminución del tamaño de las glándulas suprarrenales y de los niveles de cortisol, así como la activación diferencial del sistema antioxidante en los núcleos cerebrales, información tan determinante como prometedora de la eficacia del fitofármaco.
Es importante mencionar que este proyecto aún se encuentra en la fase de experimentación con animales de laboratorio, aunque los resultados obtenidos prevén la continuación de la investigación.