“El camillero que empujaba mi silla de ruedas hacia la entrada del hospital, la que debo reconocer veía con profundo desasosiego, se detuvo de golpe y la giro, avanzó rápidamente como si el tiempo se acabara en el lugar en el que aún se encontraban <<congelados>> mi esposa y mi hermano menor, y sin preámbulo alguno que suavizara el áspero momento, este hombre de rostro desconocido, oculto tras el intimidante equipo de protección, nos dijo: <<despídanse>>. Inmediatamente después dio vuelta a la silla y me llevó directamente al área COVID-19, en la que desde ese momento permanecería internado para recibir la atención médica que intentaría salvarme la vida”.
De esta manera, iniciamos la entrevista con el Administrador de Empresas Carlos Cadena García quien hace 22 años labora en el Hospital General de México, y desde hace uno ostenta el cargo de Jefe del Departamento de Nómina y Pagos de la Dirección de Recursos Humanos de esa institución hospitalaria, y que a pesar de pertenecer al grupo de personas denominadas como “vulnerables”, en su caso por padecer hipertensión cardiovascular, decidió no acogerse a la posibilidad de trabajar desde su casa, cumpliendo con regularidad sus jornadas laborales, hasta el momento en el que fue diagnosticado con COVID-19, e internado el 30 de junio en el mismo nosocomio en el que labora.
Carlos tiene bajo su responsabilidad 6 colaboradores, 2 de los cuales se fueron a sus casas al inicio de la pandemia por presentar factores de riesgo, y uno que colaboró de manera irregular.
Nuestro entrevistado tiene 49 años, es casado y con su mujer ha construido una familia formada por dos hijas de 26 y 19 años, y un hijo varón de 15, los que finalmente también adquirieron la infección por coronavirus, aunque afortunadamente el padecimiento tuvo un impacto menor en su salud.
Es necesario asentar que al inicio de junio, la mamá de Carlos había sido internada con diagnóstico de COVID-19 en el Hospital Regional General Ignacio Zaragoza del ISSSTE, donde falleció a los pocos días después de haber sido intubada, por complicaciones derivadas de la infección. A esta dolorosa pérdida, Carlos Cadena tuvo que sumar la muerte de su suegra 9 días después, aunque por otras circunstancias no relacionadas con la pandemia.
Iniciamos la entrevista.
¿Podría decirnos por qué decidió seguir trabajando a pesar de tener la oportunidad de hacerlo desde su casa?
Con gusto. Debo aclarar que del área bajo mi responsabilidad depende el pago de los salarios de todo el personal del hospital, lo que evidentemente es una enorme responsabilidad. Iniciando la pandemia, mi departamento se redujo bruscamente a la mitad, cuando algunos de mis colaboradores dejaron de asistir por tener factores de riesgo. Paralelamente, y como se tuvo que contratar personal eventual para mantener el correcto funcionamiento del área médica hospitalaria, mi presencia era necesaria.
¿No le preocupaba contagiarse?
Por supuesto que sí, aunque debo aclarar que en el hospital se implementaron una serie de procedimientos para disminuir al máximo posible los riesgos de contagio, y nuestra área por ser administrativa, está separada de las instalaciones propiamente hospitalarias, y por supuesto de la sección denominada COVID-19.
¿Qué medidas tomaba personalmente para disminuir el riesgo de contagio?
Durante mi jornada laboral utilizaba en todo momento cubrebocas, me lavaba las manos con agua y jabón frecuentemente, y mantenía una sana distancia con todas las personas con las que trataba. Sin embargo, debo reconocer que a mi oficina acudían constantemente médicos, enfermeras y demás personal de la institución diagnosticados (y no) con COVID-19, para que los auxiliara y orientara con respecto a su situación laboral.
¿Sabe dónde y cómo se contagió?
Realmente no. Más allá de mi actividad profesional en el hospital, la que por supuesto acarrea un gran riesgo, y cuando mi mamá enfermó y a su fallecimiento, me vi en la necesidad de acudir al nosocomio para su internamiento y a realizar los trámites necesarios, lo que también me expuso. Aprovecho para hacerle notar que en el Hospital General Ignacio Zaragoza no tenían implementadas medidas de prevención tan estrictas como las que observábamos en el Hospital General de México.
¿Cómo enfrentaba la posibilidad de llevar el virus a su casa?
Mantenía una rutina estricta para tratar de evitar transportar el virus a mi hogar. Entraba por la puerta de servicio, limpiaba mis zapatos en una jerga empapada en cloro y los dejaba ahí; me desnudaba y ponía mi ropa en una bolsa que se iba directamente a la lavadora, e inmediatamente me duchaba. Antes de cumplir con todo esto, no saludaba a nadie de mi familia, y sin embargo me contagié y los contagié.
Imaginamos que vivía usted bajo un nivel de estrés permanente, ¿qué hacía para manejarlo?
La verdad es que vivir bajo constante presión, tratando de superar el duelo por la pérdida de mi madre y de mi suegra, apoyar a mi esposa en su tristeza, y sacar adelante mis responsabilidades, se transformó en una carga muy pesada.
Para canalizar mi angustia me enfoque en el trabajo y en mi familia, pero terminaba cada día realmente agotado.
¿Tuvo apoyo psicológico para enfrentar el estrés laboral?
Ninguno. No existen programas para ayudar a los empleados ni a los pacientes a enfrentar el estrés y la angustia.
¿Qué lo llevó a sospechar del contagio?
Lo cierto es que a pesar de que se habían empezado a manifestar en mí los síntomas (leves) que sabía que estaban relacionados con la COVID-19, quise convencerme que lo único que tenía era una gripe ocasionada por un enfriamiento. Ante una enfermedad tan agresiva y muchas veces letal, como lo sabía a nivel personal y por el trabajo, uno prefiere creer que lo que le ha ocurrido a otros no nos golpeará directamente, y podría “librarla”.
¿Qué hizo ante esos primeros síntomas?
Acudí a consulta médica privada, y aunque debo reconocer que desde mi punto de vista la atención fue acertada y de calidad, probablemente perdí un tiempo valioso antes de que me hicieran un diagnóstico preciso.
¿Qué lo hizo acudir a consulta en el hospital en el que labora?
El agravamiento de los síntomas: fiebre moderada pero constante; sudoración excesiva y sin justificación; una sensación muy extraña de escurrimiento nasal interno; el adormecimiento inexplicable de mi muslo izquierdo, el que hasta la fecha permanece insensible; dolor corporal; agotamiento; vómitos y diarrea; bajadas súbitas de presión arterial; la pérdida total del gusto (ageusia) y del olfato (anosmia) y dificultades para respirar.
¿Qué fue lo que ocurrió?
Acudí en busca de consulta en el Hospital General, donde me hicieron la prueba para COVID-19, que resultó positiva. También me hicieron una placa de los pulmones, en la que se apreciaba claramente (según el técnico que la interpretó) la presencia de una infección respiratoria. De la consulta pasé a internamiento.
¿Cuántos días permaneció hospitalizado?
Comparado con otras personas muy pocos, solo 10 días.
¿Cómo los vivió?
En una soledad, una tristeza y una angustia e incertidumbre profundas. Aunque realmente no me sentía físicamente muy mal, y únicamente recibí administración de oxígeno vía nasal, el ambiente general del área de COVID-19 es moralmente apabullante. Es imposible evitar escuchar lamentos y malas noticias. Sientes que eres muy vulnerable y aunque haces un gran esfuerzo por mantener la moral en alto, hay momentos en los que piensas que te ocurrirá lo peor.
Otro elemento muy impactante, es el de no ver rostros en ningún momento. Sabes el sexo y el nombre de la persona que te está atendiendo por su voz y por que se presenta contigo, pero no conoces su cara, lo que además de extraño es muy estresante.
¿Sabías algo de tu familia?
Debo aclarar que también mi hermano menor trabaja en el mismo hospital, lo que afortunadamente me permitía recibir y enviar noticias a mi familia, pero no es así para todos los pacientes.
En el hospital implementaron un sistema de videollamadas y cartas, lo que ayuda de alguna manera a mantener la cordura y la esperanza, pero esos estímulos positivos se quedan cortos frente a la adversidad de lo que están viviendo los pacientes y sus familias.
¿Entendemos que la atención hospitalaria, aún para usted como trabajador del hospital, tiene un relevante impacto monetario?
Lo tiene, y muy fuerte. A pesar de que los montos a pagar se determinan con base en un estudio socioeconómico, la COVID-19 es una enfermedad cuya atención es muy costosa.
Más allá de los montos por la hospitalización y el equipo que se requiera para la atención de los pacientes, como el oxígeno y la respiración asistida mecánicamente, por mencionar los más relevantes, los fármacos son caros.
¿Entonces los medicamentos no son gratuitos como se piensa?
No, para nada. Los médicos te extienden la receta, pero tu familia debe hacerse cargo de comprar los medicamentos lo antes posible.
Yo tengo que agradecer que además de los ingresos generados por mi trabajo y el de mi esposa tengo una familia muy solidaria que nos ayudó en todo momento, pero hay familias que no tienen los recursos, ni la red familiar de apoyo necesaria para enfrentar una enfermedad como esta, lo que favorece que avance de manera potencialmente fatal.
Me consta que hubo pacientes que tuvieron que esperar varios días sin medicación, hasta que su familia consiguió el dinero necesario para surtir las recetas, lo que es una desgracia, porque el tiempo que se pierde es irrecuperable.
¿Cómo se siente al estar de regreso en casa?
Feliz por estar con mi familia, pero agotado física y emocionalmente. No me pesa reconocer que sabiendo que mi mamá había fallecido por esta enfermedad, llegué a pensar que tal vez no saldría con vida del hospital.
¿Quiere cerrar esta charla con algún comentario?
Sí. Quiero decirles a las personas que piensan que no existe esta enfermedad que lo crean, que no es un invento, ni fantaseen que es parte de una conspiración. Este virus es muy contagioso y altamente peligroso. Quienes no hayan sobrevivido a la enfermedad para contarla, no tienen idea de lo fuerte que es. Te roba la salud, acaba con tu energía, destruye tu confianza, erosiona tu esperanza y consume tus recursos.
Es necesario que todos nos cuidemos al extremo. En este caso vale más que sobren las medidas preventivas a que falten. Usen cubrebocas siempre que estén en la calle o en espacios cerrados con mala ventilación, y no los reutilicen, a menos que sean lavables; mantengan una distancia interpersonal adecuada; no toquen (en lo posible) superficies, objetos, mostradores y pasamanos en lugares y transportes públicos, y si pueden usen guantes de látex desechables; lávense las manos con abundante agua y jabón y durante el tiempo recomendado de 30-40 segundos varias veces al día y, ante la manifestación de los primeros síntomas sospechosos vayan al médico, no permitan que el virus se robe su salud.
Muchas gracias y muchas felicidades Sr. Cadena.
No hay nada que agradecer, es un gusto.
Descargo: Lo dicho en esta entrevista por el Sr. Carlos Cadena García, refleja su opinión y experiencia personal, por lo que las afirmaciones aquí expresadas no son posiciones u opiniones del Hospital General de México.
Entrevista realizada por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF.