No cabe duda que la relación entre médicos y pacientes es una de las más complejas intrínsecamente.
Los médicos pueden ser portadores de extraordinarias noticias, como la llegada de una nueva vida, el éxito de una cirugía o la curación de un enfermo; aunque también son mensajeros obligados de noticias dolorosas, como la complicación de un procedimiento de futuro incierto, un diagnóstico terminal o el deceso de una persona.
De entre todas las relaciones profesionales posibles, la establecida entre los profesionales de la salud y sus pacientes es, sin margen de error, la más profunda o entrañable, aunque otras veces, también la más detestada.
La diferencia central entre la relación de pacientes y familiares con un médico y cualquier otro profesional, como un arquitecto, un diseñador gráfico o un profesor, es que en la primera el bien compartido es la salud, la calidad de vida y en ocasiones, la existencia misma, por lo que no hay paralelismos válidos que permitan equipararla con ningún otro vínculo.
Los pacientes necesitamos a los médicos en la misma proporción inversa que no queremos acudir a verlos, obtener su diagnóstico, ni recibir de su parte malas noticias.
Si obligados por las circunstancias, un malestar insoportable o la insistente, “cruel” e infatigable perseverancia de un familiar o amigo acudimos finalmente al médico, probablemente nuestra actitud de rechazo será la misma. Si las noticias que nos da son malas, es posible que hubiéramos preferido vivir (y probablemente fallecer) en la tranquilidad de la ignorancia; sí por el contrario, las noticias son buenas, (y aunque al recibirlas nos sintamos aliviados) consideraremos que haber acudido al médico (con los consecuentes gastos de tiempo y dinero) ha sido una inversión inútil.
La relación entre médicos y pacientes puede llegar a ser tan compleja y posiblemente conflictiva que para alcanzar la resolución de posibles controversias de índole médica, en nuestro país se creó la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED), cuya responsabilidad primaria es la de ofrecer mecanismos alternativos para la solución de controversias entre usuarios y prestadores de servicios médicos, incrementar la calidad de la atención médica y la seguridad del paciente, hasta llegar a la resolución de los conflictos.
La evolución de la práctica médica
Antes de la llegada de la web a nuestras vidas, la relación médico-paciente estaba fundamentada en los conocimientos preservados por los primeros y el casi absoluto desconocimiento de los segundos, los que tenían que confiar en las consideraciones, diagnósticos, prescripciones y cambios de dirección de los médicos tratantes.
Sin embargo, el acceso irrestricto a las miles de páginas con información médica, algunas de ellas con información pseudo-médica, que puede consultar cualquier persona interesada en temas de salud ha modificado de raíz la relación establecida entre doctores y pacientes, ya que estos últimos se informan y hacen ideas (con menor o mayor precisión, claridad y calidad) sobre sus padecimientos y posibles tratamientos, retando desde una perspectiva parcial los conocimientos y decisiones de los especialistas de la salud.
El cambio en la relación médico-paciente propiciada por el acceso a la información existente y no filtrada en la web, también ha modificado las relaciones entre vendedores y compradores, ya que los últimos pueden obtener información precisa y valiosa de otras fuentes diferentes a las de la marca vendedora, así como opiniones y experiencias de otros compradores, lo que enriquece y modifica su toma de decisiones.
Es vital, alcanzar un justo equilibrio entre los intereses de los médicos y los pacientes, aunque éste es un tema de difícil resolución, dados los equidistantes puntos de vista de ambas partes, que pueden diferir sustancialmente.
En este nuevo orden de ideas, los pacientes deben asumir una responsabilidad activa en el curso de su enfermedad y tratamiento, siendo respetuosos de la opinión y tratamiento de su médico tratante, y por su parte, los galenos deben asumir que las decisiones de tratamiento tienen que ser consensuadas con sus pacientes, los cuales tienen derecho a decidir qué tratamiento elegir, incluidas las consecuencias del mismo.