Desde hace una cuantas semanas, estamos sometidos a una presión emocional extraordinaria, asociada al aislamiento y al distanciamiento físico; la incertidumbre por nuestro trabajo e ingresos; el desempeño de nuestros líderes políticos; el alcance y la duración de esta crisis; la capacidad real de la infraestructura sanitaria, los recursos humanos y tecnológicos para atenderla; así como el sentimiento y la posibilidad real de infectarnos con el nuevo coronavirus y adquirir la COVID-19 con consecuencias potencialmente funestas.

Muchos de nosotros estamos profundamente agotados de una manera que no conocíamos.

Antes de esta crisis, las decisiones cotidianas que tomábamos no requerían que hiciéramos análisis profundos en cada toma de decisiones tomando en cuenta el riesgo de contagio propio o de nuestra familia, ni una prolija valoración del riesgo-beneficio para realizarlas. Simplemente lo hacíamos, por que la mayoría no acarreaban ningún riesgo latente.

Sin embargo, hoy muchas decisiones nos colocan en una encrucijada y disyuntiva moral que no conocíamos y cuyo análisis repercute en nuestras emociones, generando una afectación emocional y física que los especialistas llaman “fatiga moral”.
Lo cierto es que tomábamos decisiones sin considerar si impactarían negativamente a otras personas, porque realmente no era necesario. ¿Ir o no ir al súper mercado, salir a comer, tomar una copa, acudir a una reunión o a una conferencia, visitar a la familia, ir al cine o al teatro, entre muchas otras más, eran elecciones que no tenían trascendencia, pero actualmente si.

“Ahora, y de muchas maneras, estamos pensando en cosas en las que no hubiéramos reflexionado anteriormente. La cadena de causalidad siempre ha estado ahí, pero ahora se ha vuelto importante para nosotros ser más reflexivos sobre las múltiples capas de causalidad compleja y el alcance real de nuestra toma de decisiones”. Declaración del Dr. Michael Baur, profesor asociado de filosofía en la Universidad de Fordham, que se especializa en derecho natural y filosofía moral a la revista Rolling Stone.

El incremento diario de personas contagiadas por el COVID-19 y el impresionante número de fallecimientos asociados a la infección, nos hacen comprender la gravedad de la pandemia y el impacto a corto, mediano y largo plazo que cada uno de nosotros sufriremos por ella.
Cada vez que salimos de nuestra casa, ahora reconvertida en oficina, taller, colegio, guarida o clínica, para ir a trabajar o comprar insumos para nuestro hogar, sin importar si lo hacemos en transporte privado o público, sabemos que entraremos en contacto con otras personas y artículos manipulados previamente, lo que eventualmente podría ponernos en contacto con el coronavirus.

Las señales de alerta se encienden, la preocupación por correr riesgos de ser contagiados o contagiar a otras personas, incluida nuestra familia, y la responsabilidad que conlleva tomar decisiones de “alto riesgo”, generan una enorme presión que tarde o temprano pasa una abultada factura por “fatiga moral”, la que erosiona negativamente nuestra salud mental.

“Es irreal pensar que no estamos profundamente conectados entre nosotros, siempre lo hemos estado. Lo que ocurre, es que ahora las consecuencias potenciales de nuestras decisiones se han incrementado de una manera diferente. Hemos tomado conciencia de que incluso nuestras acciones y decisiones más simples, ahora pueden tener consecuencias morales que afectan significativamente la vida y la salud de otras personas”. Michael Baur.

Al respecto, el Psiquiatra Dion Metzger, comentó: “Las actividades de rutina ahora requieren un pensamiento crítico, lo que está dejando a mis pacientes no solo exhaustos, sino también nerviosos, llevando a muchas personas a aislarse aún más de lo que requiere la cuarentena”. Por su parte el Dr. Adam L. Fried, profesor de psicología en la Universidad de Midwestern y psicólogo clínico, acotó: “Muchos de nosotros no estamos acostumbrados a tener que considerar las posibles consecuencias severas que podrían resultar de la realización de actividades y tareas habitualmente mundanas”, lo que sumado a la incertidumbre al no saber si las cosas empeorarán, o cuándo terminará esta situación, se vuelve enormemente estresante.

Si para nosotros resulta agotador, imaginemos por un momento la cantidad de decisiones de vida o muerte que se ven obligados a tomar los profesionales de la salud que combaten en primera línea al coronavirus y otras enfermedades, esforzándose por salvar la vida de sus pacientes bajo condiciones sumamente precarias, mientras se preocupan también por ellos y sus familias.

El porcentaje de capitalinos que dicen que la vida en la Ciudad de México ha cambiado ‘mucho’ en los últimos días, a causa del coronavirus, subió de 37 a 75 por ciento en las dos últimas semanas, del 20 de marzo al 4 de abril, según revela una encuesta de El Financiero realizada en la capital del país.

Entre lo que más está cambiando, según el sondeo, tiene que ver con las medidas de distanciamiento social y quedarse en casa.

Según el estudio, el 53 por ciento de los consultados dice que solamente sale de su casa en caso de ser estrictamente necesario, mientras que el 18 por ciento procura no salir para nada. Sumando, el 71 por ciento está tratando de quedarse en casa lo más posible.

En contraste, el 16 por ciento dice que está saliendo de casa con más cuidados que de costumbre, y el 13 por ciento afirma que sigue saliendo de manera normal, como siempre. En total, el 29 por ciento parece no seguir la recomendación de quedarse en casa.

Cuestionados sobre cuánta gente ven, en su respectiva zona de residencia, que se está quedando en casa, el 53 por ciento reporta que todos (9 por ciento) o la mayoría (44 por ciento), mientras que el 24 por ciento estima la mitad, y 19 por ciento menos de la mitad (13 por ciento) o casi nadie (6 por ciento).

Una manera útil para procesar correctamente los sentimientos, regular los miedos y despejar dudas es la de reconocer con claridad que nos encontramos en una situación sin precedentes y que tomar decisiones nos es difícil. Conversar con personas a las que les tengamos confianza, y no obligarnos a tomar muchas decisiones a la vez, evitando caer en la trampa de que todo es urgente, nos ayudará a disminuir la presión y exigencia emocional.

Por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF.

Fuente:

Rolling Stone Daily.
The Reason You’re Exhausted Is ‘Moral Fatigue’. By Elizabeth Yuko.

El Financiero.
53% de capitalinos sale de casa solo si es estrictamente necesario; 13% sale de manera normal.