Entre otros temas de gran relevancia y con el objetivo de impulsar el desarrollo de nuestro país, es necesario que los procesos de investigación pura y por consiguiente los científicos que los desarrollan, se conviertan en emprendedores que transiten con fluidez, oportunidad y eficacia, del ámbito del campo experimental al empresarial, obteniendo en el corto plazo las patentes de sus desarrollos, para transformarlas en productos que puedan ser comercializados con éxito, tanto en nuestro país, como en el extranjero.

Es por ello que a través del Consejo Consultivo de Ciencias (CCC) de la Presidencia de la República, el sector científico convocó a los investigadores mexicanos, a conocer en detalle la Ley de Ciencia y Tecnología y la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, invitándolos a desarrollar proyectos empresariales que impulsen el desarrollo económico de nuestra nación, como ocurre en Estados Unidos, Corea y Japón.

Es importante mencionar que a pesar de las modificaciones realizadas a la Ley de Ciencia y Tecnología y a la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, realizadas para impulsar y facilitar la creación de empresas que permitan a los investigadores comercializar los desarrollos obtenidos con su esfuerzo, los resultados son pobres.

A este respecto, el Dr. Arturo Menchaca Rocha, coordinador general del CCC, considera que que los ínfimos resultados obtenidos como retorno a los repetidos esfuerzos realizados alrededor de la política científica, se deben principalmente a dos factores: por una parte al incumplimiento del decreto que obliga a las instituciones académicas y centros de investigación a crear un marco regulatorio para que los investigadores puedan constituir empresas y por la otra a que un gran número de investigadores desconoce que pueden desarrollar sus propias empresas, sin incurrir en conflictos de intereses, lo que frena su interés por hacerlo.

En este contexto, es importante destacar que a pesar de que México cuenta con un importante número de centros de investigación, desarrollo y una plantilla de alrededor de 27,000 científicos e investigadores de alto nivel (considerados pocos para el tamaño de la economía del país), el paso de la investigación a la justa comercialización de los logros obtenidos es muy pobre, sobre todo si se le compara y se pone como ejemplos a la Oxford University, la que genera anualmente alrededor de 1,000 millones de pesos por la transferencia de sus hallazgos tecnológicos y al reconocido Massachusetts Institute of Technology (MIT), que obtiene alrededor de 27 mil millones de pesos anuales en regalías provenientes de las empresas constituidas a partir de sus desarrollos tecnológicos.

Otro dato interesante y que permite dimensionar el tema en cuestión, es que mientras que en México se publican alrededor de 30 artículos por cada patente realizada, en los países desarrollados son aproximadamente 5 artículos por patente, lo que muestra la rapidez con la que un descubrimiento obtiene un registro y este se transforma en un producto o conocimiento comercializable, con los consiguientes beneficios.

Sin embargo, la falta de impulso a la transferencia tecnológica no es producto de la casualidad, sino de una reglamentación restrictiva, la que impedía, hasta el 8 de diciembre del 2015, cuando se eliminó esta limitante de las leyes antes mencionadas, que los investigadores de centros públicos de investigación y universidades, pudieran registrar sus descubrimientos, sin incurrir en un conflicto de intereses.

El Dr. Enrique Galindo Fentanes, miembro del CCC, comentó que los tres caminos para lograr la transferencia tecnológica son: el licenciamiento de patentes por parte de las instituciones hacia un particular, el intercambio de personal y ahora, gracias a las modificaciones a la Ley, la creación de empresas por parte de los científicos.

Lo que no cabe duda es que sea cual sea el camino de transferencia elegido, necesitamos investigadores y científicos con visión empresarial que rebasen las fronteras de sus centros de trabajo, y se transformen en emprendedores visionarios, capaces de generar crecimiento y desarrollo.

Fuente:

Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Agencia informativa CONACYT.