El 28 de julio se celebró el Día Mundial contra la Hepatitis y el pasado 1 de octubre el Día Mundial contra la Hepatitis “C”, cuyos principales objetivos son los de ampliar nuestro conocimiento sobre la enfermedad, concientizarnos sobre las diferentes maneras de adquisición y sus consecuencias, impulsar acciones preventivas que eviten nuevos contagios y luchar contra el estigma y rechazo social que todavía sufren las personas afectadas por este padecimiento.

La variante “C” de la hepatitis, generalmente asintomática, se desarrolla por la adquisición del virus de la hepatitis “C” (VHC), desarrollándose de forma aguda o crónica, lo que hará la diferencia entre una molestia leve, con duración de algunas semanas, y una enfermedad grave que se padecerá toda la vida.

El virus de la hepatitis “C” se transmite a través de la sangre y la mayoría de los contagios se producen por exposición a pequeñas cantidades de sangre por consumo de drogas inyectables o naso-aspiradas; prácticas de inyección o de atención sanitaria inseguras, transfusiones de sangre realizadas con productos hematológicos que no han sido cribados adecuadamente; contactos sexuales sin protección e incluso transmitirse de una madre infectada a su hijo.

Para evitar temores infundados, les aclaramos que la hepatitis “C” no se transmite a través de la leche materna; los alimentos o el agua; ni por contacto ocasional, como podrían ser abrazos, besos, comidas o bebidas compartidas con personas infectadas, por lo que no existe razón o temor alguno que justifique segregar a quienes la padecen.

Es interesante destacar que no todas las personas infectadas por el virus de la hepatitis “C” se verán afectadas de por vida, ya que entre el 15 y el 45% de ellas conseguirá (sin enterarse siquiera) que su sistema inmunológico elimine al virus en un plazo no mayor a seis meses, sin recibir ningún tipo de tratamiento.

En contraparte, entre el 55 y el 85% restante desarrollarán la infección de manera crónica, lo que potencialmente conducirá al 15-30% de ellos, a desarrollar cirrosis hepática o cáncer de hígado.

La mayoría de las personas infectadas con hepatitis C no tienen síntomas durante muchos años y de presentárseles los confundirán fácilmente con los provocados por la gripe común. En ocasiones, el padecimiento se presenta con ictericia, la que se identifica por provocar coloración amarillenta en piel y ojos, micciones de color oscuro y deposiciones pálidas.

Para dimensionar los alcances de este padecimiento les comentamos que la Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que hay alrededor de 71 millones de personas en el mundo con infección crónica de hepatitis “C”, de las que 399,000 fallecen anualmente por cirrosis hepática o carcinoma hepatocelular.

En este contexto, sin embargo, hay que destacar que los médicos cuentan actualmente con antivíricos capaces de curar más del 95% de los casos de infección por el virus de la hepatitis “C”, pero la falta de prevención, el limitado acceso a pruebas de diagnóstico temprano y el costo de los medicamentos, frenan los esfuerzos para combatir este mal.

Los nuevos fármacos contra la hepatitis C alcanzan una tasa de curación que supera el 95% y provocan menos efectos secundarios que los tratamientos disponibles hasta el momento, ofreciendo además curar por completo el padecimiento en un plazo de tres meses.

La mejor manera de determinar si se está contagiado por el virus de la hepatitis C es realizarse periódicamente pruebas serológicas, sobre todo si se pertenece a alguno de los grupos de mayor riesgo, como los consumidores de drogas inyectadas o por aspiración nasal; los receptores de productos sanguíneos infectados o de dudosa calidad; pacientes sometidos a procedimientos quirúrgicos invasivos; niños gestados por madres infectadas con VHC; personas cuyas parejas sexuales estén infectadas por el virus; convictos y exconvictos, y quienes tengan o hayan tenido tatuajes o perforaciones ornamentales.

¿Cómo saber si se está infectado por el virus de la hepatitis C?

Ya que la infección aguda por el VHC no presenta generalmente síntomas, es poco frecuente que la enfermedad se diagnostique en su fase aguda, y menos aún en su etapa crónica, ya que se mantiene asintomática hasta décadas después, cuando se manifiestan síntomas secundarios y el daño hepático sufrido es grave.

La infección con el VHC se diagnostica en dos niveles:

  1. La detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica que revela la infección.
  2. Si los anticuerpos anti-VHC son positivos, se necesita una prueba para detectar el ácido ribonucleico (RNA) del virus, para confirmar si la infección es crónica.

Aún las personas cuyo sistema inmunológico eliminó la infección, seguirán teniendo los anticuerpos anti-VHC positivos.

Para darnos cuenta de la falta de detección oportuna (y en algunos casos nula) del VHC, les informamos que de los 36.7 millones estimados de personas infectadas con VIH, únicamente 2.3 millones (6.26% del total) se realizaron pruebas serológicas de infección pasada o presente por VHC. No es de extrañar, por lo tanto, que los padecimientos hepáticos representen una de las más importantes causas de morbilidad y mortalidad entre las personas infectados con el VIH.

Como en todos los padecimientos, la única manera de prevenirlos y tratarlos es el conocimiento de los mismos, por lo que los invitamos a profundizar más en este tema.

Fuentes:

 Organización Mundial de la Salud.
Hepatitis C.

Organización Mundial de la Salud.
Más de un millón de personas ya se han tratado con medicamentos de gran eficacia contra la hepatitis C.

MedlinePlus.
Hepatitis C.