En el ámbito de la salud, pero sobre todo en el de la investigación clínica y la terapéutica, es ampliamente conocido el concepto del “efecto placebo”, al que definiremos como la consecuencia o el conjunto de consecuencias positivas experimentadas por un sujeto, en relación con un “fármaco” sin principio activo, o inocuo, y que por lo tanto no debería provocar ninguna reacción, ni consecuencia, aunque el usuario realmente la experimente, lo que determinará, en gran medida, su futura empatía práctica y psicológica con el medicamento.
“El efecto placebo (del latín placebo, primera persona del singular del futuro imperfecto del indicativo de placebo, y traducido por “te complaceré”, “te ayudaré”), es un componente inseparable de toda respuesta terapéutica (farmacológica, psicoterapéutica o quirúrgica), que actúa siempre en beneficio del paciente, sumando sus efectos positivos a los del resto de elementos que configuran el efecto global producido por el tratamiento”.1
El tema de este artículo es el lado opuesto del “efecto placebo”, denominado “nocebo”, concepto al que en fechas relativamente recientes se le está prestando más atención.
Para poner en contexto la anterior afirmación, les comentamos que en una búsqueda realizada en la base de datos MEDLINE, la palabra “placebo” se encontró en 92,861 documentos, mientras que “nocebo” se encontró únicamente en 45 (.04%) de ellos, de los que alrededor del cincuenta por ciento corresponden a los últimos 5 años.
“El efecto nocebo (del latín nocebo, primera persona del singular del futuro imperfecto del indicativo de noceo, y traducido por “te haré daño”, “te perjudicaré”), es un componente no específico de la respuesta al tratamiento, pero, a diferencia del efecto placebo, es de características adversas o perjudiciales”.2
El “efecto nocebo” actúa muchas veces en contra del fármaco y del propio paciente, sumando efectos colaterales indeseados e inexistentes, a los potencialmente reales, durante la realización de un estudio clínico o bajo algún tratamiento terapéutico.
Es importante anotar que los mecanismos específicos por los que una sustancia inocua produce efectos positivos (placebo) o indeseables (nocebo), sigue siendo un misterio para los científicos, aunque se sabe que el sistema nervioso central (SNC), es el responsable de producirlos y de que todos seamos susceptibles de sentirlos.
Lo importante de ello, es considerar que, a la delicada labor científica para determinar los verdaderos efectos terapéuticos de un principio activo bajo estudio, en comparación con los efectos positivos desarrollados psicológicamente por los sujetos analizados, ahora es necesario considerar los efectos negativos reales o magnificados por la percepción de los usuarios, lo que incrementa la complejidad de las investigaciones.