“Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las aplicaciones. Estas llegan siempre, a veces tardan años, a veces siglos”. Santiago Ramón y Cajal.
Hay un tema básico en el ámbito de la investigación que fácilmente se presta a confusión, y que es interesante aclarar. La diferencia entre la ciencia básica, también conocida como ciencia pura, una actividad investigativa que no persigue ningún fin práctico inmediato más allá de acrecentar el conocimiento y la comprensión de la naturaleza, y por otra parte las investigaciones científicas que se realizan con el objetivo de obtener resultados predeterminados tangibles, conocidas como ciencia aplicada.
La ciencia básica es frecuentemente infravalorada por quienes desconocen su enorme valor potencial, ya que vista por encima, y sin entrar en detalles, parece no ofrecer beneficios sociales ni económicos inmediatos que justifiquen las inversiones en tiempo, esfuerzo y dinero a tiempo indeterminado, sobre todo desde el punto de vista de la sociedad actual, la que busca con avidez la satisfacción inmediata de sus deseos, o casi. Es por ello que a muchas personas les parece absurdo que alguien dedique tanto tiempo, en ocasiones muchos años, o incluso toda su vida profesional productiva, con el único fin de incrementar el conocimiento y comprensión de los principios fundamentales de la naturaleza, valoración que aunque es totalmente errónea, es comprensible.
Sin embargo, y lo que debemos saber, es que prácticamente todas las invenciones desarrolladas por las ciencias aplicadas, gracias a las que disfrutamos de una vida más cómoda, más prolongada, más satisfactoria, más sana, más segura, más plena y más divertida, se lo deben inicialmente, a la curiosidad, a la capacidad de observación y a la búsqueda constante de explicaciones y respuestas de los investigadores dedicados a las ciencias puras en los ámbitos de la biología, la física, la geología, las matemáticas y la química; valiosos aprendizajes que retomados más adelante por otras mentes brillantes, se transforman en bienes, servicios o productos que reintegran, y por supuesto incrementan con creces, hasta el último centavo invertido previamente.
Dicho de la manera más simple, la ciencia pura es, y ha sido históricamente, el motor cuyos hallazgos en biología, física, geología, matemáticas y química, y que en su momento tal vez no parecían tener un futuro práctico, han impulsado y apuntalado las invenciones que nos han permitido defendernos y defender a otros seres vivos de virus, bacterias, plagas y otros patógenos; transportarnos de un lugar a otro, incluso fuera de nuestro planeta; comunicarnos y transmitir información a grandes distancias en tiempo real, entre otras muchas cosas.
Un buen ejemplo de la forma en la que una serie de descubrimientos obtenidos a través de la ciencia básica, sentaron las bases para que la ciencia aplicada desarrollara las herramientas de edición genética, denominadas CRISPR-9, fue realizado por el investigador español Francis Mojica y su equipo de trabajo, quienes observaron la forma en la que las arqueas, un gran grupo de microorganismos procariotas unicelulares, tenían incorporado en su ADN a intervalos regulares, material genético de virus que les son peligrosos para detectarlos oportunamente, y enviar al ARN guía a extirpar al virus, utilizando una enzima.
Francisco Juan Martínez Mojica.
(Elche, España, 5 de octubre de 1963)1 es un microbiólogo, investigador y profesor español titular del Departamento de Fisiología, Genética y Microbiología de la Universidad de Alicante,23 conocido principalmente por haber realizado tempranas contribuciones (1993)4 5 que describían las secuencias repetidas CRISPR en arqueas y su papel en los mecanismos de inmunidad de las células procariotas. Sus descubrimientos cristalizaron más tarde en el desarrollo de la tecnología CRISPR-Cas.
“Mojica observó en el genoma de este organismo algo curioso: una serie de secuencias genéticas que se repetían a intervalos regulares. Nada en la literatura científica explicaba la función de esta rareza, y Mojica, intrigado, tuvo que esperar a tener su propio laboratorio para intentar averiguarlo. Sin obtener para ello financiación específica —algo <comprensible>, afirma, dado el carácter <tan elemental de una investigación que no sabes dónde te va a llevar>—. El joven microbiólogo buscó en las bases de datos de información genómica y descubrió que en el mundo microbiano abundan las secuencias repetidas a intervalos regulares. Eso sugería <una gran relevancia biológica”. Premios Fronteras del Conocimiento. Biología y Biomedicina. IX Edición.
Mojica, microbiólogo, investigador y profesor titular del Departamento de Fisiología, Genética y Microbiología de la Universidad de Alicante, en España, y su equipo, alcanzaron este importante descubrimiento en 1995, desconociendo cabalmente el impacto que tendría a futuro.
Pasarían 10 años más, hasta el 2005, cuando los hallazgos y algunas hipótesis sobre esa función de inmunidad planteadas por Mojica llegaran a los ojos y mentes de otros científicos y científicas, gracias al Journal of Molecular Evolution, después de que el artículo fuera rechazado por otras publicaciones científicas menos visionarias.
Tomando como punto de partida intelectual el descubrimiento realizado por Mojica, la microbióloga y bioquímica francesa Emmanuelle Charpentier, y la bioquímica norteamericana Jennifer Doudna, quienes habían establecido años atrás una alianza colaborativa para investigar las moléculas de ARN, publicaron un artículo en la revista Science, en el que describieron todos los elementos del sistema de edición genética CRISPR-Cas9, por lo que recibieron el Premio Nobel de Química en 2020, galardón que también se merecía el investigador español, pero al que inexplicablemente no fue convidado.
“Hay un enorme poder en esta herramienta genética, que nos afecta a todos. No solo ha revolucionado la ciencia básica, sino que también ha dado lugar a cultivos innovadores y conducirá a nuevos tratamientos médicos innovadores”. Claes Gustafsson, presidente del Comité Nobel de Química.
Un cuarto de siglo después del descubrimiento de Mojica a través de la ciencia pura, y que en su momento no tenía a la vista ninguna aplicación práctica, como él mismo lo declaró, dio a las mentes brillantes de Charpentier y Doudna los elementos básicos necesarios para la concepción y el diseño de las herramientas CRISPR-Cas9, con las que es posible corregir errores genéticos de origen espontáneo o hereditarios que causan diversas enfermedades, inducir cambios deseados, e incluso modificar diversos órganos de cerdos para utilizarlos en trasplantes a humanos, logro que aunque avanzado, todavía no es un éxito total.
Vale la pena mencionar que la ciencia pura no debe confundirse con la serendipia, un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, o cuando se buscaba una cosa distinta, aunque es probable que la serendipia y la ciencia pura se encuentren ocasionalmente de manera simultánea, retroalimentándose entre sí.
Un buen ejemplo de una serendipia lo constituye el descubrimiento de la penicilina realizado por Alexander Fleming, cuando observó que las colonias de estafilococos que había colocado en varias placas de Petri en su laboratorio progresaban, salvo aquellas que se encontraban alrededor de una área que tenía un tipo de moho, al que identificó posteriormente como una cepa poco común de Penicillium notatum, y que de alguna manera, inhibía el crecimiento de la bacteria y la mataba, suceso casual que gracias a una mente curiosa y brillante, impulsó el diseño del primer antibiótico de la historia, gracias al que se han salvado millones de vidas.
Por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF.
Fuentes
Fundación BBVA. (2016).
Premios Fronteras del Conocimiento. Biología y Biomedicina. IX Edición.
The Nobel Prize. (2020).
Genetic scissors: a tool for rewriting the code of life
Wikipedia. (s.f.)
Ciencia Básica.