Revela un grave rezago en la mayoría de los países de programas de prevención y control de infecciones, a través de los cuales se podrían reducir infecciones hasta en un 70%.
Entre las múltiples lecciones que la prolongada y persistente pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2 nos ha mostrado, es la urgente necesidad de anticiparnos a las emergencias sanitarias y evitar que estas se extiendan; incrementar la solidaridad mundial basada en la conciencia de que todos somos uno y estamos íntimamente ligados, pero sobre todo el mejoramiento sustancial de las medidas de prevención y control de infecciones (PCI) en los entornos de atención sanitaria, con lo que se podría evitar sustancialmente el surgimiento de focos infecciosos y su propagación.
“El impacto de las infecciones asociadas con la atención de la salud y la resistencia a los antimicrobianos en la vida de las personas es incalculable. Más del 24% de los pacientes afectados por sepsis asociada a la atención sanitaria y el 52.3% de los pacientes tratados en una unidad de cuidados intensivos fallecen cada año. Las muertes se duplican o triplican cuando las infecciones son resistentes a los antimicrobianos”. OMS.
La importancia de la prevención y control de infecciones en entornos nosocomiales no es un tema de poca monta, sobre todo al saber que actualmente, de cada 100 pacientes ingresados en las áreas de cuidados intensivos: siete en países de altos ingresos y más del doble (15 países) en los países de bajos y medianos ingresos, adquirirán cuando menos una infección asociada con la atención de la salud (HAI, por sus siglas en inglés), derivada directamente de su estadía en el hospital, y 1 de cada 10 pacientes (en promedio) morirá por ella.
Para poner los puntos sobre las íes, les informamos que las personas en cuidados intensivos y los recién nacidos corren mayores riesgos que los demás, y que alrededor de uno de cada cuatro casos de sepsis tratados en hospitales, y casi la mitad de todos los casos de sepsis con disfunción orgánica tratados en unidades de cuidados intensivos para adultos, están relacionados con la atención médica.
La sepsis es una emergencia médica que surge cuando el cuerpo humano activa una respuesta indiscriminada a una infección. Si no se diagnostica y trata a tiempo, la sepsis puede provocar daños irreversibles en los tejidos, shock séptico, insuficiencia orgánica múltiple, y potencialmente la muerte. El shock séptico es un tipo grave de sepsis en el que las anomalías circulatorias, celulares y metabólicas se asocian con un mayor riesgo de mortalidad que con la sepsis sola.
Atendiendo a la importancia de la prevención y el control de las infecciones en entornos nosocomiales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) liberó el primer Informe mundial sobre la prevención y el control de infecciones, en el que además de dar constancia de las diferentes formas en las que se implementan programas de PCI en múltiples naciones, destaca la alta rentabilidad de los programas de prevención y las estrategias para el control efectivo de las infecciones.
Una buena higiene de manos y la adherencia cotidiana a otras prácticas sencillas y rentables, ayudan a prevenir aproximadamente el 70% de las infecciones.
Al respecto, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, declaró: “La pandemia de COVID-19 ha expuesto muchos desafíos y brechas en PCI en todas las regiones y países, incluidos aquellos que tenían los programas de PCI más avanzados. También ha brindado una oportunidad sin precedentes para hacer un balance de la situación y aumentar rápidamente la preparación y la respuesta ante brotes a través de prácticas de PCI, así como el fortalecimiento de los programas de PCI en todo el sistema de salud. Nuestro desafío ahora es garantizar que todos los países puedan asignar los recursos humanos, los suministros y las infraestructuras que esto requiere”.
Las medidas de prevención y control de infecciones en los entornos de atención sanitaria son una especialidad clínica y de salud pública basadas en evidencia y enfoques prácticos. Con su aplicación, se abaten las probabilidades de que pacientes, trabajadores de la salud y quienes visitan los centros de atención médica sufran daños por infecciones evitables, incluidas las causadas por patógenos resistentes a los antimicrobianos, adquiridas durante su atención, las que evidentemente son aún más peligrosas.
La situación reflejada en el informe no es nada halagüeña a la luz de la información recabada por la OMS. Las encuestas realizadas por la Organización durante el transcurso de los últimos cinco años para evaluar el estado de implementación de los programas nacionales de PCI, muestran que de 2017 al 2022 el porcentaje de países que tienen un programa nacional de PCI no mejoró; además, del 2021 al 2022, solo cuatro de los 106 países evaluados tenían todos los requisitos mínimos para la CIF establecidos a nivel nacional, lo que patentiza la inadecuada implementación de las prácticas de PCI en el punto de atención, ya que solo el 15.2 % de los establecimientos de salud cumplen todos los requisitos mínimos de PCI, según una encuesta de la OMS de 2019.
El informe revela que los países de altos ingresos tienen más probabilidades de progresar en su trabajo, y tienen ocho veces más probabilidades de tener un estado de implementación de la CIF más avanzado que los países de bajos ingresos. De hecho, se observaron pocas mejoras entre 2018 y 2021 en la implementación de programas nacionales de PCI en países de bajos ingresos, a pesar de que, en general, se presta mayor atención a la PCI debido a la pandemia de COVID-19.