“La COVID-19 ha desencadenado una crisis secundaria de la salud con consecuencias devastadoras para las mujeres, los niños y los adolescentes debido a las interrupciones en los servicios vitales de la salud”

No cabe duda que la pandemia ha llevado a los sistemas de muchos países al borde, e incluso un poco más allá de la saturación y el colapso.

La emergencia sanitaria mostró, sin lugar a dudas, que ninguna nación estaba preparada para enfrentar holgadamente este meteoro, a pesar de que el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre otros líderes sociales, empresariales y epidemiólogos, llevaran años preconizando, que la ocurrencia de una situación de este tipo era algo que sucedería más temprano que tarde.

“No sabemos dónde ocurrirá la próxima pandemia mundial, ni sabemos cuándo ocurrirá, lo que sí sabemos es que será terriblemente costosa en vidas y dólares. Con los viajes en avión (3 mil millones de viajeros cada año), la diseminación global de cualquier nuevo patógeno ocurriría en cuestión de horas. Además del incalculable sufrimiento humano, las pérdidas económicas se medirían en billones, incluidas las pérdidas de turismo, comercio y confianza de los consumidores, incluyendo también problemas y desafíos políticos. Habrá 2 epidemias: una causada por el virus y la otra causada por el miedo”. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director general de la Organización Mundial de la Salud. Declaración hecha el 8 de julio del 2017.

La urgente necesidad para tratar de paliar los efectos ocasionados por el COVID-19, llevó a muchos sistemas de salud deficientemente estructurados, particularmente en los países de ingresos bajos y medianos, a suspender total o parcialmente la prestación de los servicios básicos médicos, la oferta de fármacos, los programas de vacunación y probablemente lo más grave, el seguimiento terapéutico y farmacológico a enfermedades como el cáncer, la diabetes, la insuficiencia renal crónica y el SIDA, por mencionar solamente algunas.

Entre otros pendientes sanitarios que se verán agravados severamente, está el de las muertes fetales, las que de acuerdo con las primeras estimaciones conjuntas de mortalidad fetal publicadas por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Grupo Banco Mundial y la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, reflejadas en el nuevo informe “Una tragedia olvidada: La carga mundial de la mortalidad fetal”, están cerca de los dos millones al año, lo que representa una muerte neonatal cada 16 segundos.

En el contexto de la pandemia, la reducción estimada del 50% en la prestación de los servicios de salud, podría llegar a incrementar hasta en un 11.1% la carga de la mortalidad fetal en un periodo de 12 meses en 117 países de ingresos bajos y medios.

“La carga desigual de mortinatos también se observa dentro de los países, ya que el acceso a la atención médica, la educación materna y otros factores socioeconómicos es diferente. Por ejemplo, tanto en los países de ingresos altos como en los de bajos ingresos, se registran tasas más altas de mortinatos en las zonas rurales que en las urbanas. Estas amplias discrepancias reiteran la necesidad de que todos los países actúen y comprendan quién soporta la carga más pesada para que podamos poner fin a los mortinatos prevenibles para todas las mujeres y familias”. UNICEF.

Al respecto, Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF, comentó: “Perder a un hijo durante el embarazo o el parto es una tragedia devastadora para cualquier familia del mundo y, con demasiada frecuencia, suele sufrirse en silencio. Cada 16 segundos, en alguna parte del mundo, una madre sufre la indescriptible tragedia de traer al mundo un bebé que ha nacido muerto. Además de la pérdida de esa vida, las consecuencias psicológicas y financieras para las mujeres, las familias y las sociedades son graves y duraderas. Para muchas de esas madres, esto no debería ocurrir. La mayoría de las muertes fetales podrían evitarse con un seguimiento de calidad, una atención prenatal adecuada y la asistencia de una partera cualificada”.

Vale la pena anotar, que si bien es cierto que las mujeres de los países de bajos y medianos ingresos son las más afectadas por este problema, las minorías étnicas de los países de ingresos elevados pueden carecer de acceso a una atención de la salud lo suficientemente buena. En el informe se señala, a modo de ejemplo, que en las poblaciones inuit de Canadá se han observado tasas de mortalidad fetal tres veces más altas que las del resto del país. Por otro lado, las mujeres afroamericanas de los Estados Unidos tienen el doble de riesgo de que sus bebés nazcan muertos que las mujeres blancas.

Como en muchos otros temas sanitarios, la inequidad tiene un elevado costo en vidas.

Por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF.

Fuentes:

Muhammad Ali Pate, Director Mundial de Salud, Nutrición y Población para el Banco Mundial y Director del Servicio Mundial de Financiamiento en Apoyo de la Iniciativa Todas las Mujeres, Todos los Niños.

UNICEF. (20 de octubre del 2020).
A Neglected Tragedy. The global burden of stillbirths.

Organización Mundial de la Salud. (20 de octubre del 2020).
Cada 16 segundos se produce una muerte fetal, según las primeras estimaciones conjuntas de las Naciones Unidas.

Organización Mundial de la Salud. (20 de octubre del 2020).
Health emergencies represent some of the greatest risks to the global economy and security.