El pasado 10 de septiembre se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, evento promovido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Destacaron que, a nivel mundial, cada 40 segundos un ser humano desesperado se suicida con la idea de dejar atrás un dolor y afectación familiar y social, la que anualmente arroja un total de 800,000 fallecimientos por esa causa.
Si bien es cierto que la cifra de suicidios es impactante, se queda corta frente al número de intentos fallidos de suicidio, de los que se estima que ocurren veinte tentativas (de diferentes personas) por cada uno que es conseguido.
La información estadística muestra que el suicidio, en el que inciden factores psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales, es la segunda causa de muerte en el grupo etario comprendido entre los 15 y los 29 años, superada solamente por los fallecimientos ocasionados por accidentes de tránsito; de los decesos, el 78% de ocurren en los países de ingresos bajos y medianos, lo que establece una clara relación entre la pobreza, la falta de oportunidades de desarrollo, la desigualdad y la pérdida de la esperanza que conducen a tan drástica determinación, aunque los detonadores anteriormente mencionados no son los únicos.
La OMS establece que el suicidio se ha posicionado como un grave problema de salud pública, cuya tendencia al alza podría modificarse, si se establecieran estrategias y programas integrales de prevención del suicidio, como parte del enfoque de salud pública.
En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en un 60% a nivel mundial. El suicidio es una de las tres primeras causas de defunción entre las personas de 15 a 44 años en algunos países, y la segunda causa en el grupo de 15 a 29 años; y estas cifras no incluyen las tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado.
Ya que el suicidio es un problema complejo, el establecimiento y desarrollo de programas que consigan evitarlo convoca forzosamente la participación coordinada de múltiples sectores de la sociedad, entre los que se deben incluir los que inciden en la prestación de servicios relacionados con la salud, la educación, el trabajo, la agricultura, el comercio, el derecho y la impartición de justicia, la política, los medios de comunicación y la familia, por mencionar los más relevantes.
¿Quiénes se encuentran en mayor riesgo de suicidarse?
Los estudios demuestran que aunque los suicidios están frecuentemente relacionados con los desórdenes mentales y las adicciones, como la depresión y el consumo de alcohol, un alto porcentaje de los suicidios se producen impulsivamente en momentos de crisis, en sujetos cuya baja o disminuida capacidad de resiliencia, no les permite enfrentar y superar problemas financieros, rupturas emocionales, dolores y enfermedades crónicas, por mencionar solamente algunas fuentes de sufrimiento y frustración.
La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad. Desde la neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar retos. La resiliencia es la entereza más allá de la resistencia. Es la capacidad de sobreponerse a un estímulo adverso.
Por otra parte, y como en otros temas de salud, las personas más afectadas pertenecen a grupos vulnerables y vulnerados, que son sometidos continuamente al maltrato y la discriminación, entre los que destacan: refugiados, exiliados, migrantes; comunidades indígenas, personas con preferencias sexuales diferentes y reclusos.
A pesar de que el suicidio se ha convertido progresivamente en un misil de alto impacto para la salud mundial, su prevención es un tema que no se aborda ni con la seriedad necesaria ni de la forma adecuada. Entre las razones aparentes para ello están la falta de sensibilización sobre la importancia del problema y el tabú que lo rodea, evitando un diálogo abierto y profundo sobre ello, la OMS acota que sólo unos cuantos países han incluido la prevención del suicidio entre sus prioridades; como individuos y sociedad, no debemos permitir que un enemigo mortal como el suicidio siga creciendo.