En diversas ocasiones hemos abordado la gravísima afectación que la contaminación provoca en la salud, y los daños irreparables que las diferentes fuentes de polución y los agentes tóxicos que en ella se encuentran causan a toda la población, pero particularmente en los bebés nonatos y en los infantes que están en sus primeras etapas de desarrollo.
La información estadística sobre los efectos nocivos provocados por la contaminación es tan impactante como alarmante. Para poner en contexto esta afirmación que para algunos podría parecer exagerada, les informamos que los padecimientos directamente relacionados con la polución ocasionaron aproximadamente 9 millones de muertes prematuras en 2015, cifra que representa el 16% de todas las muertes registradas en el mundo: 300% más muertes que las causadas por el SIDA, la tuberculosis y la malaria combinadas y 150% más que todas las guerras y otras formas de violencia.
La contaminación se convirtió en un asunto de gran importancia tras la Segunda Guerra Mundial, después de que se hiciesen evidentes las repercusiones de la lluvia radiactiva ocasionada por las guerras y ensayos nucleares. En los inicios de la década de los cincuentas ocurrió un evento catastrófico en Londres, conocido como la Gran Niebla de 1952, en el que murieron alrededor de 4,000 personas. Este trágico evento motivó la creación de una de las más importantes leyes modernas sobre el medio ambiente: La Ley del Aire Limpio de 1956.
Sin embargo, estas cifras no son iguales para todos los países, ya que en las naciones con mayores índices de polución, las enfermedades relacionadas con la misma son directamente responsables de una de cada cuatro muertes, lo que coloca a la contaminación como el mayor peligro para la salud y la supervivencia humana.
Aunque más del 70% de las enfermedades causadas por la contaminación son Enfermedades No Transmisibles (ENT), las intervenciones contra la contaminación apenas se mencionan en el Plan de acción mundial para la prevención y el control de estas.
La contaminación afecta a cualquier persona, de cualquier estrato socioeconómico y en cualquier nación, son los países de bajos y medianos ingresos, dentro de ellos las minorías y los marginados, los que se ven más afectados por este problema.
Dentro de los grupos más expuestos a sufrir daños irreversibles o morir como consecuencia de la contaminación están los que se encuentran ubicados en las llamadas “ventanas de vulnerabilidad”, como los fetos en gestación y los infantes.
“Los niños corren un alto riesgo de enfermedades relacionadas con la contaminación, incluso cuando se exponen a dosis extremadamente bajas de contaminantes, particularmente durante las “ventanas de vulnerabilidad” en el útero y en la primera infancia, causas directas de enfermedades, discapacidad y muerte en la infancia y durante toda su vida”.
La contaminación mata mayoritariamente a los pobres y vulnerables. Alrededor del 92% de las muertes relacionadas con la contaminación ocurren en países de bajos y medianos ingresos
Aunque el panorama es sombrío, hay que anotar que la disminución de la contaminación y la prevención de la misma son posibles y rentables. Diversos países de altos ingresos y algunos de medianos ingresos han promulgado leyes, emitido reglamentos y establecido políticas de seguridad, que les han permitido disminuir notablemente sus niveles de contaminación y las concentraciones de plomo en la sangre de los niños arriba del 90%, haciendo sus ciudades sanamente habitables, e incrementando (en los países de altos ingresos) su Producto Interno Bruto (PIB) alrededor de un 250%.
Hay que considerar que la disminución y el control de la contaminación no solamente arrojan saldos positivos para la salud humana, si no también para la economía, disminuyendo las incapacidades parciales o totales por enfermedad, las pensiones por fallecimiento, la prestación de servicios sanitarios y el financiamiento de fármacos, lo que por otra parte contribuye activamente a la consecución de muchos de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), establecidos por las Naciones Unidas.
El desafío de nuestro país: combatir la contaminación por plomo
Uno de los problemas más graves de contaminación en México es el de la contaminación por plomo, resultado de la fabricación carente de control y calidad de cerámica para cocina con altos contenidos de esta letal sustancia.
Se estima que en nuestro país la mayoría de los utensilios de cerámica y barro utilizados para cocinar, son producidos en aproximadamente 10,000 pequeños talleres de alfarería artesanales, en los que se utilizan hornos económicos de baja temperatura.
El cocimiento, o “quemado” de los utensilios a baja temperatura, es incapaz de amalgamar correctamente el esmalte de plomo a la arcilla, lo que eventualmente permitirá que se libere plomo en la comida y aunque a partir de la década de 1990 nuestro gobierno estableció como prioridad nacional de salud pública la prevención por envenenamiento por plomo y lanzó una estrategia multifocal que incluía intervenciones contra el uso del plomo en la cerámica, los resultados todavía distan mucho de lo esperado y lo deseado.
Es indispensable que se establezcan políticas más severas y estrategias de seguimiento y control no solamente para frenar el envenenamiento por plomo, si no para disminuir en el menor plazo posible los niveles de contaminación, los que se relacionan directamente con un gran número de Enfermedades No Transmisibles (ENT), las que además de exigir enormes, crecientes y aparentemente insalvables escollos financieros para las instituciones de salud, afectan negativamente el desempeño y los resultados de las empresas y los organismos de gobierno.