Un estudio publicado el pasado 14 de enero en el volumen 35 de la prestigiosa revista Cancer Cell, con el título “Gain Fat—Lose Metastasis: Converting Invasive Breast Cancer Cells into Adipocytes Inhibits Cancer Metastasis”, y cuyos autores son Dana Ishay-Ronen , Maren Diepenbruck, Ravi Kiran Reddy Kalathur, Nami Sugiyama, Stefanie Tiede, Robert Ivanek, Glenn Bantug, Marco Francesco Morini, Junrong Wang, Junrong Wang, Christoph Hess y Gerhard Christofori (autor principal), pertenecientes al Departamento de Biomedicina de la Universidad de Basel, Suiza; demostró que el uso concomitante de dos fármacos actualmente presentes en el mercado: Trametinib, un antitumoral y Rosiglitazone, un antidiabético, son capaces de transformar las células del cáncer de mama en células de grasa (incapaces per se de replicarse), impidiendo así la metástasis, fenómeno característico de las células cancerosas y responsable del 90% de las muertes por esta enfermedad.
Los investigadores han logrado demostrar lo anterior, injertando tumores de mama triple negativo (la clase más agresiva de cáncer de mama) con metástasis, tomados de pacientes humanos en ratones de laboratorio, los que no responden a tratamientos basados en receptores hormonales y tratandolos con los dos fármacos antes mencionados.
El uso de los fármacos debe realizarse en el momento en el que las células del tumor realizan la llamada transición epitelial-mesenquimal, metamorfosis esencial para el desarrollo de un embrión, la formación de los diferentes órganos, tejidos de un cuerpo sano y también para la proliferación tumoral.
“Por definición, las células de grasa no pueden multiplicarse para generar otras, por lo que una vez transformado, el tumor no puede crecer, llevándolo a un callejón sin salida. La transformación en grasa solo afecta a las células más externas del tumor, que son las responsables de moverse y causar metástasis, por lo que no debería tener un efecto negativo en la salud ni hemos observado cambios en el peso de los animales. El resto de células del tumor primario se vuelven más diferenciadas, con lo que posiblemente se vuelvan más vulnerables a otros tratamientos como la terapia hormonal”. Dana Ronen, coautora del estudio.
El cambio de células tumorales epiteliales (ancladas a un tejido) a mesenquimales, les da a las células cancerosas la posibilidad de liberarse y ser transportadas por el flujo sanguíneo, invadiendo a otros órganos del cuerpo, distantes del tumor original.
Utilizando simultáneamente los dos fármacos, se impide la mutación epitelial-mesenquimal, frenando la multiplicación del tumor de mama original y también la metástasis, transformando las células cancerosas en adipocitos inocuos.
Ante los alentadores resultados obtenidos, los investigadores seguirán trabajando para conocer si esta estrategia tiene el mismo impacto en otros tipos de tumores o en cánceres sin metástasis, y en los que ya haya ocurrido este proceso.