De acuerdo con información proporcionada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se registran alrededor de 800 mil fallecimientos por suicidio (40 por segundo), lo que coloca a este lamentable suceso como la segunda causa de muerte global entre el grupo etario de 15 a 29 años de edad. Sin embargo, es importante anotar que por cada acto suicida consumado, los especialistas saben que hay un número exponencialmente mayor de intentos de auto infligirse la muerte no consumados, al menos en el primer intento.

El fallecimiento de un ser querido, sea por la causa que sea, casi siempre es fuente de dolor y tristeza, la muerte por decisión propia coloca a las personas allegadas al suicida en una posición de profunda desolación, en la que los sentimientos de culpa, frustración y responsabilidad, por no haber sido capaces de prevenir el suceso, intervenir oportunamente, desestimar las señales de alerta o desconocer el motivo que orilló a esa persona a privarse de la oportunidad de continuar viviendo, son huellas dolorosas difíciles de superar.

Llama la atención que mientras hay programas explícitos para la prevención del consumo de alcohol, tabaco y otros enervantes, la sexualidad responsable, la violencia de género, la obesidad, el sobrepeso y la diabetes, por mencionar solamente algunos de ellos; pocos países, entre los que se encuentra el nuestro, no han desarrollado ni puesto en marcha campañas efectivas para la prevención del suicidio, a pesar de que los conocedores afirman que muchos intentos y muertes por esta causa podrían ser evitados con acciones preventivas.

En este punto, vale la pena mencionar que aunque parezca contradictorio, los especialistas afirman que la intención final de los suicidas no es morir, si no dejar de sufrir, razón que los impulsa a privarse de la vida.

Al igual que en otros temas que son tabú en nuestra sociedad, como el de la sexualidad, embarazos juveniles y el consumo de drogas, por poner solamente algunos ejemplos, hablar del suicidio está vedado, al considerar que hacerlo abiertamente, impulsaría a las personas a cometerlo, lo que es un error.

Sería altamente recomendable expulsar de nuestra cultura popular y actuar cotidiano la extendida creencia de que dar la espalda a lo que no nos gusta o nos atemoriza, evitará que ocurra, siguiendo la técnica del avestruz al ocultar su cabeza en un hoyo.

El tema del suicidio no debe ser banalizado de ninguna manera, se tiene que dialogar seriamente tratándolo de manera clara y directa, sin eufemismos distractores; estar atentos a las personas que hablan o se interesan por este tema recurrentemente; desarrollar e implementar campañas permanentes de comunicación masivas sobre el tema, capacitar a personal sanitario no especializado en la evaluación y gestión de conductas suicidas; dar seguimiento a las personas que intentaron suicidarse; ampliar y extender el conocimiento de los signos y síntomas de alerta; establecer programas, sistemas y líneas de apoyo gratuitas a suicidas potenciales; ofrecer tratamiento y atención a las personas con problemas de salud mental, abuso de sustancias, dolores crónicos y trastornos emocionales agudos (condiciones íntimamente relacionadas con el suicidio); y quitar el estigma que lo encubre, ayudarían a evitar muchas muertes por esta causa.

Por: Manuel García Rodríguez

Fuentes:

Organización Mundial de la Salud.
Suicidio.

Asociación Mexicana de Suicidología, A.C.
Todos podemos contribuir en la prevención del suicidio.

Diario El País.
Objetivo: prevenir 3.600 suicidios y más de 8.000 intentos graves.