Desentrañar los misterios que esconde tras de si una enfermedad viral altamente contagiosa y potencialmente letal, al mismo tiempo que se lucha contra ella es, como dice un refrán, “tratar de arreglar un avión en pleno vuelo”, sumamente difícil.

Hace poco más de seis meses, cuando saltaron las alarmas por la aparición de una neumonía atípica ocasionada por el SARS-CoV-2, agente causal de la COVID-19, y antes de que ésta alcanzara el estatus de pandemia global, los investigadores determinaron que este nuevo coronavirus desataba, como otros similares, un síndrome respiratorio agudo grave (Severe Acute Respiratory Syndrome, SARS).

Sin embargo, y a medida que la pandemia avanzaba, los médicos empezaron a percatarse que lejos de que la COVID-19 atacara exclusivamente a los pulmones, como se pensaba al inicio de la crisis sanitaria, el virus afecta a muchos más órganos, como el corazón, los vasos sanguíneos, riñones, el intestino y el cerebro, provocando también el desarrollo de una inexplicable coagulación o bajísimos niveles de oxígeno en la sangre, en pacientes que no presentan ningún problema respiratorio.

En términos generales, ahora se cree que la diferencia central entre los pacientes que se recuperan y los que fallecen, reside en una reacción exagerada del sistema inmunitario conocida como “tormenta de citoquinas”, la que también puede ser desencadenada por otras infecciones virales, tema tratado con mayor detalle en el artículo ¿Cómo, dónde y qué daños provoca el SARS-CoV-2 en nuestro organismo? | Preguntas para las que la ciencia no tiene todavía respuestas definitivas.

El caso, es que un reciente estudio publicado en la revista Brain de la Oxford Academy, con el título: “The emerging spectrum of COVID-19 neurology: clinical, radiological and laboratory findings” (El espectro emergente de la neurología de COVID-19: hallazgos clínicos, radiológicos y de laboratorio), acotan que los datos clínicos preliminares indican que la infección por coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) es causal de complicaciones neurológicas, entre las que se incluyen encefalopatías, encefalitis meníngea, accidente cerebrovascular isquémico, encefalopatía necrotizante, y Síndrome de Guillain-Barré (GBS). Por otra parte, las series radiológicas muestran infartos, microhemorragias, características del síndrome de encefalopatía posterior reversible, y desmielinización del sistema nervioso central (SNC), las que pueden conducir a los pacientes a sufrir diversos desórdenes neuropsiquiátricos y en ocasiones la muerte.

“La infección por SARS-CoV-2 se asocia con un amplio espectro de síndromes neurológicos que afectan la neuropatía completa, incluida la vasculatura cerebral y, en algunos casos, responden a inmunoterapias. Es sorprendente la alta incidencia de encefalomielitis diseminada aguda, particularmente con cambio hemorrágico”.

Como en el caso de la complicación y muerte por COVID-19, la afectación neurológica parece estar relacionada, más que con la afectación directa del coronavirus, con la respuesta exacerbada del sistema inmunológico para destruirlo.

Estos hallazgos, abren una puerta más al conocimiento de una enfermedad, para la que aún la ciencia no encuentra solución.

Por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF.

Fuentes:

Brain. (20 de julio del 2020).
The emerging spectrum of COVID-19 neurology: clinical, radiological and laboratory findings.

códigoF. (20 de julio).
¿Cómo, dónde y qué daños provoca el SARS-CoV-2 en nuestro organismo? | Preguntas para las que la ciencia no tiene todavía respuestas definitivas.