El uno y dos de noviembre son fechas de gran significado en México, donde se celebra el Día de Todos los Santos y el Día de los Muertos, respectivamente. El primero se dedica a honrar a todos los santos, mientras que el segundo se centra en recordar a los difuntos, tanto adultos como niños, visitando y hermoseando sus sepulcros, los monumentos mortuorios, o cruces de carretera, con flores, veladoras, globos y juguetes, aderezándolos, además, con comida, bebida y música.

Aunque en primera instancia esta celebración podría no parecer una efeméride relacionada con la salud, un análisis más profundo revela el enorme significado y la potencia que acarrea para la psique y la salud mental de quienes acometen estas fechas con devoción, respeto y humildad. A través de los altares de muertos y la asistencia a los camposantos, a los monumentos mortuorios a pie de calle o carretera, y a los templos, se muestra la profunda resonancia y los miedos ocultos o manifiestos que la muerte de un ser querido –y su ausencia permanente– nos acarrean; un evento inevitable para el que no hemos sido correctamente preparados ni educados, en la mayoría de los casos.

Ansiedad, depresión y la pérdida del sentido de la vida, así como los síntomas y riesgos asociados con los padecimientos mentales, adquieren un renovado y potente significado ante una importante celebración que, dependiendo de las tradiciones de cada cultura, se manifiesta de diferentes maneras, pero siempre con el mismo significado, honrar a los seres amados que ya no están con nosotros, sin importar si partieron a causa de una enfermedad o accidente que segó su vida de manera anticipada, o a causa de la edad avanzada, lo que, después de la pandemia, y la rampante inseguridad en la que vivimos, cada día son más evidentes y numéricamente tangibles.

Cuando sufrimos la pérdida de un ser amado, sin importar si estaba prevista, incluso deseada, a causa del sufrimiento ocasionado por una enfermedad o los achaques de la vejez, o cuando ocurre de manera brutal e inesperada, somos amenazados por un desequilibrio emocional que puede conducirnos a la depresión, urgiéndonos a usar nuestra resiliencia para enfrentarnos a ella, o a buscar ayuda profesional para resignificarla, tratando de recuperar o encontrar un nuevo sentido de vida, y seguir adelante.

Si bien es cierto que hay quienes se enfrentan a las pérdidas y las resignifican con éxito haciendo uso de sus propios recursos emocionales, hay quienes no pueden hacerlo ante la dimensión y brutalidad de la pérdida, requiriendo ayuda profesional de psicoterapeutas, psiquiatras y una especialidad particularmente valiosa: la tanatología. Esta se define, por el Instituto Mexicano de la Tanatología, como la “disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al proceso de la muerte, sus ritos y significado concebido como disciplina profesional, que integra a la persona como un ser biológico, psicológico, social y espiritual para vivir en plenitud y buscar su transcendencia. También se encarga de los duelos derivados de pérdidas significativas que no tengan que ver con la muerte física o enfermos terminales”.

A la par de estas fechas de celebración, o de cualquier otra que por su intensidad emocional nos impacte, como la navidad y el fin de año próximos a realizarse, el cuidado de la salud mental es un tema esencial.

Las etapas del duelo –que, cabe aclarar, no siempre se manifiestan en ese orden– definidas por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, son:

  • Negación: La negación es solamente una defensa temporal para el individuo. Representada por frases como «me siento bien», «esto no me puede estar pasando», «no a mí», etc.
  • Ira o enojo: El enfermo se rebela contra la realidad, y frecuentemente se pregunta «¿por qué a mí?». Todo le molesta, todo le incomoda, nada le parece bien. Recordar su estado lo inunda de enojo y rencor; a veces se necesita de esta fase para poder aceptar esta condición.
  • Negociación: “Dios, déjame vivir al menos para ver a mis hijos graduarse”, “haré cualquier cosa por un par de años más”. La tercera etapa involucra la esperanza de que el individuo puede de alguna manera negociar, posponer o retrasar el tiempo o la muerte.
  • Depresión: Durante la cuarta etapa, la persona que está viviendo un duelo o muriendo empieza a tener conciencia y a comprender lo que está ocurriendo. Debido a esto, el individuo puede volverse silencioso, rechazar visitas y pasar mucho tiempo llorando y lamentándose. No es recomendable intentar alegrar a una persona que está en esta etapa. Es un momento importante que debe ser procesado.
  • Aceptación: Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo. Además, el dolor físico y emocional pueden desaparecer.

Por: Manuel Garrod, miembro del Comité Editorial de códigoF

Fuentes:

Al momento. (30 de octubre de 2024).
Día de Muertos: Cómo la salud mental impacta la productividad ante el duelo.

Psicología al día. (30 de octubre de 2024).
Psicología del Día de Muertos.

Psicología y Salud / Instituto de Investigaciones Psicológicas de la Universidad Veracruzana. (15 de febrero de 2027).
La ofrenda del Día de Muertos como una estrategia de psicoterapia de arte para adultos mayores.

Secretaría de Salud. (2 de noviembre de 2018).
México celebra el día de muertos, pero la muerte es un tema tabú.

American Heart Association News. (31 de octubre de 2023).
El Día de los Muertos celebra la vida de los difuntos al tiempo que alivia el dolor de los vivos.

códigoF. (21 de agosto de 2024).
Tanatología: la disciplina médica que nos ayuda a superar las pérdidas.

Instituto Mexicano de Tanatología. (s.f.)
La tanatología.